SIETE MUJERES (1965)

 

JOHN FORD


No hago películas para hacer obras de arte. Ruedo  películas para poder pagar las facturas. (John Ford).
Recibió cuatro Oscars sin contar dos más por los documentales de la marina. A falta del último dijo: Nunca aparecí por la Academia para recoger mis tres Oscars. Una había ido a pescar, otra estaba en la guerra y la última… ahora recuerdo, de repente estaba borracho (John Ford).

I) - RECORDANDO A JOHN FORD-  
Su nombre era Sean Aloysius O’Feeney, provenía de una familia irlandesa católica. Gracias a Quim Casas (1), sabemos todas las formas y variantes en distintos idiomas de su apellido: O’Feeney es la forma inglesa de escribir el apellido original, O’Fearna en gaélico, como también O’Fidhne, O’Fianna u O’Fiannaidhe. También era conocido como John Martin Feeney (John es el equivalente inglés de Sean). Nació en Cape Elizabeth, Maine (Irlanda), en la granja de sus padres y se da por seguro el 1-febrero-1894 como fecha de su nacimiento (hasta en su fecha de nacimiento era ambiguo y no recordaba o fingía no recordar) y más ahora que sabemos lugar, día, mes y año de su bautismo: Iglesia de San Dominic, el 13-marzo-1894. Era el hermano nº 11, según otras fuentes el 13º, el menor y de los que consiguieron sobrevivir a las enfermedades infantiles propias de la época (en su juventud pensó alguna vez en el sacerdocio). La extrema pobreza obligó a su familia, como muchas otras, a dirigirse a otros puntos de Irlanda hasta finalmente emigrar a Estados Unidos. Allí su hermano Frank O’Feeney (1881- 1953) entra en Hollywood en 1912 como actor y ayudante de dirección de Thomas Harper Ince y de esta forma, dos años más tarde, coloca a su hermano Sean en la industria del cine, primero como “mozo de recados” para después pasar a ser doble en las escenas de acción y asistente de   Frank, quien había cambiado su nombre y apellido por el pseudónimo de Francis Ford. Sentado ya en la silla de director (con el seudónimo de Jack Ford que, después de algún tiempo, cambiará por el definitivo de John Ford) debutará con “The Tornado” (“El tornado”, 1917), donde --- como en varias cintas suyas de cine mudo --- también aparecerá como actor y cerrará su magistral carrera con “Seven women” (“Siete mujeres”, 1965), la película que hoy nos ocupa. Prácticamente cincuenta años de vida profesional donde conoció, aportó y trabajó en la evolución del cine porqué lo amaba y porqué empezó desde abajo; elaboró un estilo personal donde su intuición poética, su perfección estética y cinematográfica eliminaba lo que en otros realizadores (algunos de ellos muy valiosos) se llamaba “artesanía” o creación artesanal. Convicciones y estilo, fondo y forma, ideas y arte… todo ello formaba unidad indivisible en Ford, conoció el mudo, el sonoro, el blanco/negro, el color, dio titularidad de género, o sea cartas de nobleza, al western con “Stagecoach” (“La diligencia”, 1939) cuando en su forma primitiva parecía ya agotado y lo elevó --- como dice Jean Mitry --- a nivel de la “antigua epopeya” además de dotarle de reflexión (antes se buscaba la espectacularidad y la acción para atraer al espectador, nada más), lo que estudiosos y teóricos llamarían en un futuro “western psicológico”, dándole intimismo y valor en todos sus componentes y quedar como constantes en la posteridad: vaquero, pistolero, dama, honor, valor, caballo, saloon, whisky, rancho, el naciente ferrocarril…y, estoy seguro, también le desagradaría tanto como a mí el triste final del western como género y la involución del cine actual (como arte y como industria) en casi su totalidad.

John Ford era un hombre tímido y reservado, si se le trataba una vez podía parecer huraño y con un vocabulario malsonante pero si se hacía más veces le veíamos cordial y sensible, romántico y nostálgico. Quienes trabajaban con él (actores principales y secundarios, técnicos) le comprendían y nuestro hombre sacaba gran rendimiento  profesional de ellos. Su personalidad era muy compleja y múltiple (Tad Gallagher, 2), gustaba encerrarse en un manto de misterio, poco se sabe de su vida; casó con Mary McBride Smith de familia escocesa- irlandesa, le dio hijo e hija y el matrimonio duró toda la vida. Vestía ropas holgadas, preferentemente de pana,  y podía parecer un rústico iletrado cuando en realidad era una persona muy culta: leía con voracidad toda clase de historias, gozaba de una memoria prodigiosa y hablaba francés, alemán, gaélico, castellano, italiano, bastante de japonés, navajo, yiddish y hawaiano. Era a la vez caustico y sardónico como amable y de pocas palabras en muchas ocasiones. Veamos una anécdota referida en varios libros sobre su sentido del humor presente en sus películas. Un testigo, el fotógrafo Joseph La Shelle nos dice: “Estábamos rodando una película y el jefe del estudio envió a su ayudante a decir a Ford que llevaba un día de retraso. Ah --- dijo Ford muy cortés --- ¿Y cuantas páginas se figura que podemos rodar al día? Ocho, supongo --- respondió el ayudante --- ¿Quiere darme el guión?, preguntó Ford. Este se lo dio. Ford contó ocho páginas que aún no se habían rodado, las arrancó y devolvió el guión y dijo: “Ahora puede decirle a su jefe que ya estamos al día. Y ya no rodó las ocho páginas”.
Con ello se demuestra la relatividad otorgada al guión; como otros grandes colaboraba en los escritos pero era capaz de cambiarlos durante los ensayos o rodaje con ingenio y espontaneidad, para él el guión era una línea a seguir que podía variarse, quizás le daba un poco más de importancia que su amigo Howard Hawks. A pesar de todo siempre que pudo se rodeó de grandes guionistas como Dudley Nichols, Frank S. Nugent, Nunnally Jonson, John Lee Mahin o de algún William Faulkner no acreditado.
Otro punto imprescindible cuando se habla de Ford son los valores que transmite su cine. Muchas veces se ha nombrado a Ford como poeta y humanista. Trabajo, amor, amistad, familia, justicia, honor, sencillez, sentido del deber, comunidad, generosidad, humor, valentía, sacrificio, prudencia, tradición, vitalidad, folklore, convivencia….todo expuesto con naturalidad, sin forzar la narración con “mensajes”, sin introducir con calzador artificios para hacernos “ver otra cosa”. Amante de los espacios abiertos como de la intimidad de los cerrados, tanto de la épica como de la lírica (nunca como finalidades narrativas en sí mismas sino surgentes de la intuición/estilo del director al igual que los demás elementos) harán del realizador el humanista y el poeta fílmico. Y la totalidad del film fordiano empapado de una aura, no siempre captada, de cristianismo (¿acaso no son cristianos algunos de los valores citados líneas arriba, aparte de humanos?,  ¿acaso no hay una fusión evidente entre estos dos términos?).

Esquivaba cuanto podía el hablar de sus films. Cuando “Centauros del desierto” (1956) era aclamada como una de las mejores películas de la historia del cine --- para algunos la mejor --- el respondió: “Es un western más”, hablando con Peter Bogdanovich sobre su estilo, dice: “Lo único que he tenido siempre ha sido buen ojo para la composición, no sé de donde lo he sacado”. Distribución perfecta de planos rodados con sencillez combinados con otros más complejos (especialmente en la profundidad de campo), fundición total de los personajes en la escena de la acción a desarrollar con insuperable ubicación entre ellos, utilizando con equidad y moderación el primer plano conjuntándolo con ingentes planos generales. Ford elaboraba un cuadro preciosamente conjuntado y armónico y empezaba a dirimir con los actores cuando aún no estaban conectados del todo con sus diálogos, logrando una frescura e improvisación (3) contrastante con el rigor del encuadre.
Ford señalaba los momentos buenos de la vida (alegrías, bodas, fiestas, tradiciones, folklore, humor…) pero también exponía los malos, los grises, los tristes, como las diferencias sociales y el choque producido (“¡Qué verde era mi valle!”, 1941), el hambre, el paro, la depresión (“Las uvas de la ira”, 1940), la delación de sus compatriotas para obtener un beneficio económico (“El delator”, 1936) o bien escenas de tristeza dentro de un film donde hay gran cantidad de secuencias humorísticas (haber matado involuntariamente a un adversario en un combate de boxeo: “El hombre tranquilo”, 1952). Apoyaba la camaradería, la familia, el honor, el sacrificio, el”perdedor” en la vida, los no favorecidos por la fortuna, los marginados, los indios, los negros; detestaba los prepotentes, los excesos de los políticos corruptos y de algunos militares en búsqueda de gloria como meta, el racismo y, en general, la hipocresía de la sociedad. Lógico es, como sincero  y auténtico  cristiano, criticara (en su última película) el falso puritanismo, la mojigatería, el fariseísmo como poso residual o el autoritarismo represivo dentro de una comunidad cristiana.

II)- SIETE MUJERES-
Ford era consciente que “Seven women” (“Siete mujeres”, 1965) sería su última película principalmente a causa de su deteriorada salud. Pero quiso hacerla aunque después, como en otras películas suyas, la criticara y restara méritos (en realidad nunca fue buen crítico de sus propios films). El estreno del film fue un desastre y la crítica no lo fue menos, especialmente en Estados Unidos: sensiblera, extravagante, excéntrica (entre estos adjetivos, todos ellos equivocadamente aplicados, había algunos de seguidores fordianos) a la película, incluso que el realizador desvariaba. Tiempo después en sucesivos reestrenos recuperó algo la inversión, la cinta subió enteros y se apreció mucho más en Europa; hoy en día es considerada un gran film y uno de las más representativos del autor.
Es una producción de Bernard Smith y el mismo Ford (Ford- Smith Produccions) para M.G.M., el tándem que produjera también “La conquista del Oeste” (1962), para la misma Metro y “El gran combate” (1964) para Warner Brothers. El guión era de Janet Green y John McCormick basado en el relato “Chinese Finale” (“Final chino”) de Norah Lofts, con brillante fotografía de Joseph LaShelle, decorados (inequívocamente teatrales a petición de Ford) de Henry Grace y Jack Mills y excelente música del reputado Elmer Berstein.

Hay un punto importante que puede inducir al error: el hecho que el personaje protagonista, la Dra. Cartwright, no sea creyente no quiere decir en absoluto que Ford se hubiera vuelto de repente agnóstico o ateo (más bien al contrario), solo señala la intransigencia, el fariseísmo, puritanismo e incluso fanatismo introducido dentro de la religión (la comunidad) por personas como Miss Andrews pero, en contraposición, el personaje de Miss Binns --- responsable de la misión británica --- aparece con una concepción y vida religiosa más auténtica, trasgresora, tolerante y liberada (señalado en un incisivo primer plano) y quien mejor lo explica es Francisco- Javier Urkijo en su libro (4). En “Siete mujeres” existen los mismos valores que en otros films suyos, así como “The Fugitive” (“El fugitivo”, 1947), las dos únicas películas donde la religiosidad es tratada DIRECTAMENTE y que tampoco gozó de la aceptación crítica, siendo por el contrario una de las preferidas del realizador (5). La situación de la comunidad no es la ideal porqué no se vive con alegría la vida de Cristo: Miss Andrews ha creado un microcosmos cerrado con represión en todos los sentidos e intolerancia a su imagen para clonar en un todo igual a ella al grupo de personas convivientes (súbditas en su visión) las cuales han de compartir también, por supuesto, su infelicidad.

Las siete mujeres aludidas en el título (en realidad ocho si contamos a la doctora) son:
--- Agatha Andrews (Margaret Leighton), responsable de la comunidad. Ford expone, no condena, no hace de ella un estereotipo. Tendrá momentos de lucidez y de obnubilación. Señalará a la Dra. Cartwright como pecadora y la criticará constantemente reprochándole continuamente su proceder. Siente una equívoca atracción por Emma Clark, la más joven de las misioneras laicas. Finalmente caerá en la completa locura ---
--- Jane Argent (Mildred Dunnock), la segunda y “mano derecha” de Miss Andrews, secundando siempre a la primera y dándole la razón en cualquier caso. Es el prototipo de personaje adulador para conseguir beneficios o para eludir problemas, existiendo en todos los ámbitos y niveles. En principio totalmente anulada por Miss Andrews, finalmente reconocerá el valor del sacrificio de la doctora y su conducta será mucho más abierta y comprensiva ---
--- Emma Clarck (Sue Lyon) entablará sincera amistad con la doctora quien la ayudará en todo lo posible ---
--- Florrie Pether (Betty Field) es la única casada de la comunidad, ya entrada en los cuarenta, embarazada tardíamente y con el consiguiente peligro al dar a luz; siempre temerosa, siempre gruñona… Su marido es Charles Pether (Eddie Albert), el único hombre perteneciente a la comunidad, siendo también una persona con frustración ya que se sentía llamado al sacerdocio, abandonado para casarse ---
--- Miss Binns (Flora Robson) la directora de la comunidad británica, refugiada en la misión de Miss Andrews al ser destruida la suya por los bandidos mongoles de Tunga Khan. Parece tener rasgos comunes con Miss Andrews pero veremos que es bastante más abierta ---
--- Miss Russell (Anna Lee) es un personaje completamente traumatizado y alienado. Contempla con evidente afición el combate a muerte entre Tunga Kahn y su segundo (Woody Strode)  por poseer a la doctora ya que ambos se sienten atraídos por ella ---
--- Miss Ling (Jane Chang) es la séptima mujer, de raza china, de la misión que aparece en contadas ocasiones y en segundo plano ---
--- la Dr. D. R. Cartwright es la octava mujer. La catalizadora de la acción, una contraposición de Miss Andrews. Es agnóstica, explica que le costó ocho años la carrera de medicina y sin prácticamente ninguna oportunidad por ser mujer (estamos en 1935). En su vida hay también un algo de amargura y frustración: se juntó a un hombre que la abandonó. Fuma, bebe, lleva pantalones y se hace amiga de Emma lo cual molestará a Miss Andrews. Al final dará la gran lección ofrendando su propia vida para salvar a las demás. Patricia Neal (antes se había pensado en Jennifer Jones) debía interpretar este personaje pero cayó enferma a los tres días de rodaje y fue substituida por Ann Bancroft quien logró el papel de su vida ---

La acción se inicia en el norte de China, cerca de la frontera de Mongolia, año 1935, una comunidad de misioneras evangélicas. Un país azotado por bandidos y señores feudales. Durante el genérico vemos cabalgadas de los bandidos mongoles. Plano detalle de un cartel arriba de un portal: “Sociedad Educativa de la Misión Cristiana Unificada”. La cámara desciende y se abren las puertas dejando paso al coche de Miss Andrews. Largo silencio y miradas. En menos de dos minutos Ford nos sitúa en la historia y sin casi palabras. Una carta de la jefatura informa que pronto llegará el tan solicitado doctor y que por la comarca ronda Tunga Kahn (Mike Mazurki) y su ejército de bandidos mongoles que acostumbrar a robar matar, violar e incendiar. “Este bandido no se atreverá a atacarnos, somos ciudadanos americanos es el comentario de Miss Andrews. Se presenta el doctor, o mejor dicho la doctora. Miss Andrews: “¡Si es una mujer! Dra. Cartwright: Eso es lo que me dicen los hombres. Es lógico el choque entre los dos caracteres opuestos pero la doctora tomará el mando al declararse el cólera (atendiendo, buscando medicamentos, ordenando quemar ropas de los contaminados). Ford narra con amplios planos captando todos los detalles de la situación (personajes y objetos). En ocasiones va oscureciendo los encuadres donde aparece la directora pero cuando esta se sincera con la recién llegada la pantalla aumenta poco a poco la iluminación. El resto de la misión británica, dirigida por Miss Binns, ha sido desolada por las huestes de Tunga Kahn y se refugia en la misión americana (Miss Andrews no niega la acogida pero recuerda que es ella quien manda allí). Los soldados de la República China se retiran y la misión queda abandonada a su suerte. Llegan los bandidos y cogen prisioneros a todos los miembros de la comunidad. Los hombres, Charles y los sirvientes chinos, son asesinados fuera de cámara. Borrachos, los bandidos conciertan combates de lucha entre ellos en la noche solamente iluminados por las antorchas (formidable fotografía de LaShelle); ahora Tunga Khan (un ser primitivo y brutal cuyos actos no tenían nada que envidiar a los de Atila) observa a la Dra. Cartwright y se siente atraído por ella (se deja ver claro que ha forzado ya a Miss Ling). Ahora hace traducir a Miss Ling que no opondrá resistencia pero a cambio desea medicinas por el niño de Florrie que acaba de nacer débil (poco después de ser asesinado su padre) pero con buena salud (los bandidos hacer círculo alrededor de la madre cuando da a luz) y pide dejar a libertad a todo el grupo. A cambio ella se le entregará abierta y libremente. Miss Argent le dice a la Dra.: “No haga esto, es un pecado contra Dios a lo cual responde Cartwright: “En este caso, rece Vd. por mi”. Miss Argent la abraza fuertemente en señal de solidaridad, ha comprendido el acto de sacrificio y la Dra. la besa con sincero afecto. En el cuarto donde están las prisioneras (antes estaban encerradas en un pequeño cobertizo pero gracias a la Dra. han podido mejorar su situación) Miss Andrews ha perdido totalmente la razón y llama a la doctora “Prostituta de Babilonia”. El grupo de mujeres con el niño se aleja en un carro hacia la salvación; Miss Andrews continúa injuriando a la ausente doctora y, finalmente Miss Argent la hace callar y dice que no la quiere oír hablar nunca más. En la misión, ataviada con un kimono, la Dra. vierte un potente veneno en la taza de Tunga Khan y también en la suya, da a beber al bandido que se desploma mientras ella dice “¡Vete al infierno!” (en otras traducciones es mucho más fuerte y en otras menos). Luego toma su taza, evitando así ser ultrajada y asesinada por los secuaces de Tunga Khan y Ford oscurece la pantalla como si se apagasen poco a poco las luces de una habitación… Suprema lección de teología: la agnóstica da su vida por sus compañeras ¿Acaso no hubo un cambio en una persona completamente apegada a la vida material y alejada de cualquier opción religiosa? Soberbia película en la que Ford no creía antes de rodar pero ahora es considerada una de sus aportaciones más originales y por algunos como uno de sus mejores films…

Narcís Ribot i Trafí

 (1)- “John Ford, el arte y la leyenda” – Quim Casas- Barcelona, 1989
(2)- “John Ford, el hombre y su cine” – Tad Gallagher – (traducción del original editado por la Universidad de California, 1986)- Ediciones Akal S.A., 2009.
(3)- “John Ford” – Joseph McBride y Michael Wilmington (traducción del original Martin Secker and Warburg Limited, 1974) – Ediciones J.C., 1984.
(4)- “John Ford” – Francisco Javier Urkijo – Ediciones Cátedra S.A. – 1996.
(5)- “El fugitivo” (1947), con guión de Dudley Nichols, está basada en la novela “The Power and the Glory”/“El poder y la gloria”, de Graham Greene. Quizás sea un poco lenta pero la selección de planos es, habitual en Ford, magnífica