EL JOVEN LINCOLN (1939)

“Lograr la abolición de la esclavitud. Eso era algo que solo podía conseguir alguien cuya humanidad fuera tan ancha como el mismo mundo”. (Leon Tolstoi, escritor)


REDUCCIÓN I: LA HISTORIA-


Hay ocasiones en que el cine pone de moda un personaje ya sea por haber sido tratado por algún realizador reconocido o bien por una serie de circunstancias como pueden ser la publicidad, la acertada política de un buen lanzamiento, una cierta suerte en el estreno y en los primeros días… Luego aparecen estudios sobre la película, artículos en revistas de historia, el personaje en cuestión, la historia de su tiempo, lo aportado, (en positivo o negativo) en la sociedad de su tiempo y en la futura,  etc. Un ejemplo de ello es “Alexander” (“Alejandro Magno”, 2004), de Oliver Stone, de donde surgieron desde los ya consabidos juegos de rol hasta los muñecos con ricitos rubios imitando el presunto aspecto físico del conquistador macedónico. Ahora le ha tocado al presidente número 16 de los Estados Unidos y primero por el partido Republicano, el más emblemático junto con George Washington, el nº 1: Abraham Lincoln. El fenómeno tiene consecuencias interesantes: personas que nada saben o han pasado olímpicamente de la historia ahora leen para saber más --- aunque sea un poquito --- sobre la figura en cuestión y su entorno. En este caso ha sido gracias a la película de Steven Spielberg, “Lincoln” (“Lincoln”, 2012).

A raíz de los anuncios de su estreno también yo leí más sobre este honesto y gran hombre, abogado y presidente de un país que nacía, más de lo mostrado/exigido en nivel corriente en la asignatura de historia. Mi intención era visionar el film spielbergiano pero las obligaciones son primero y ya lo han retirado de mi entorno. Solución: verlo en otro sitio cuando haya oportunidad o bien esperar la aparición en DVD. Pude acceder a una copia del mismo soporte, aunque no perfecta, en ingles que me aclara algunos puntos pero queda pendiente el visionado en estado natural: el cine, únicamente así se puede apreciar en su totalidad. También he visto y revisado otras cintas más antiguas y ello ha supuesto un hallazgo extraordinario en el caso de “Young Mr. Lincoln” (“El joven Lincoln”) un film de John Ford de 1939, mismo año que triunfó con “Stagecoach” (“La diligencia”) la cual sirvió para dar cartas de nobleza al western como género. “El joven Lincoln” es una película poco citada y recordada --- ahora, tras el estreno de la actual, ya lo es más --- incluso por los eminentes fordianos. En verdad no se le han dedicado muchos estudios y los analistas con método de escoger un abanico de cintas para dirimir personalidad y estilo del director no la sacan con frecuencia. Posiblemente haya otros ejemplos considerados mejores (y lo sean) pero en muchos casos es muy difícil decir cuál es la más o menos buena en un realizador con: 1) varias obras maestras en su haber y 2) un montón de grandes films (Ford también tiene películas inferiores, algunas de encargo pero entre estas encomendadas “para poder comer y pagar facturas” también las hay tanto del punto 1 como del 2). En mi caso la vi hace tiempo, años ha, cuando mi interés por el cine era tan solo de entretenimiento (en la infancia) y sí, me gustó, pero ahora, revisada, la tengo en gran estima.
Recordando en forma resumida su historia vemos que Abraham (Abe para los amigos) nació en una granja cerca de la ciudad de Hodgenville en el Estado de Kentucky un 9 de febrero de 1809 en el seno de una familia muy humilde. Sus padres, Thomas Lincoln y Nancy Hanks, habían nacido en Virginia y como muchos otros se trasladaron al oeste. Antes de la mitad del siglo XVII el antepasado Samuel Lincoln --- la familia procedía de Inglaterra --- emigró a América para establecerse definitivamente en Hingham (Massachusetts). Thomas era agricultor con mucha habilidad por la carpintería (ello les salvó de la miseria total). Fue el segundo de los tres hijos, el hermano menor murió joven de una dolencia desconocida, traslado de la familia a Indiana en diciembre de 1816 el mismo mes que el territorio se convertía en estado. Su madre Nancy murió a los 34 años (1818) de una epidemia y un año después Thomas contraía matrimonio en segundas nupcias con la viuda Sara Bush Johston quien fue a vivir a la casa de los Lincoln con sus tres hijos de su anterior matrimonio. Sara se comportó con Abe y su hermana como si fueran hijos suyos (en la película de Ford y en alguna otra se refleja la estima profesada cuando Abraham se despide para ir a la ciudad y ella le manifiesta lo orgullosa que está de él y su deseo de haber sido hijo suyo). Marchó a Nueva Orleans, sirvió en el ejército y trabajó en la construcción del ferrocarril. Mientras se iba formando culturalmente; de niño solo había podido ir un año a la escuela y luego leyó con avidez los libros que caían en sus manos en el poco tiempo libre del cual disponía ya que tuvo que trabajar como leñador al lado de su padre y peón en los campos. Fue un autodidacta que se convirtió en abogado entre los campesinos que apenas podían pagarle pero le sirvió para pulirse en su oficio y ejercitar su potente oratoria. Es ahora cuando encuentra al amor de su vida en una joven hija de un tabernero: Ann Rutledge quien falleció en 1835 y sumió a Lincoln en una profunda depresión (algunos biógrafos apuntan que ello era la consecuencia de los cambios de ánimo en el futuro presidente; del buen humor y chistes, incluso sobre él mismo, pasaba a la depresión más profunda). Al igual que su padre siempre fue siempre un profundo antiesclavista en un grupo dentro de la Iglesia Bautista el cual había escindido y promulgaba abiertamente la abolición de la esclavitud (los Lincoln anteriores eran cuáqueros). Abraham siempre fue cristiano pero sin pertenecer a ninguna iglesia en concreto (si sentía mucha simpatía por los cuáqueros). Al ser presidente comentó la vergüenza sentida en un país naciente donde existía algo tan reprobable como la esclavitud, antihumano y anticristiano; habló muchas veces de Dios y de la acción redentora de Jesucristo sobre la humanidad entera como su Hijo.
Casó luego con Mary Todd, procedente de una familia bastante influyente pero él siguió siendo el mismo Abe de siempre. Tuvo cuatro hijos varones: uno murió de pequeño, otro al entrar Abe en la Casa Blanca, otro, el más joven, a los seis años de ser asesinado su padre y el mayor, Robert Todd Lincoln, vivió más años  y le dio descendencia. Subió peldaños en la sociedad y llegó a ser presidente. Intuyó la guerra como mal inevitable. Amaba la Unión y deseaba erradicar la esclavitud; de entre sus actuaciones destaca la “Proclamación de la Emancipación” y su discurso después de la batalla de Gettysburg (1863), ambos acontecimientos en plena Guerra Civil Americana. Las tensiones entre los estados del norte y del sur (esclavitud aparte) eran evidentes y en febrero de 1861, antes que Lincoln tomara posesión del cargo de presidente, estallaba la terrible contienda civil que duraría hasta 1865. Siete estados declararon la Secesión de la Unión: Mississippi, Carolina del Sur, Florida, Alabama, Luisiana, Georgia y Texas, formando los Estadios Confederados. Dos meses más tarde se añadían cuatro estados más a la Confederación: Carolina del Norte, Arkansas, Virginia y Tenesse. Primero la Confederación consiguió alguna ventaja pero Lincoln eligió bien a sus generales, p. e. Ulysses S. Grant (también futuro presidente) y al final la Unión, mejor organizada, se impuso. Lincoln habló de reconciliación, de hermandad, de olvido de la guerra y también que no habría ninguna represión. Pero Lincoln fue asesinado en el palco del Ford’s Theatre de Washington de un disparo por la espalda (murió a la madrugada siguiente) mientras contemplaba una obra cómica (pistola Derringer, de un solo disparo). El actor John Wilkes Booth, fanatizado seguidor de la Confederación, fue el asesino (gritó “El Sur está vengado” y “Sic semper tyrannis”= “Así siempre a los tiranos”) aunque se trataba de una trama de varias personas. Booth fue descubierto y pereció en intercambio de disparos con los soldados once días después de la muerte de Lincoln, otros miembros de la conspiración fueron condenados a la horca y los dos últimos a cadena perpetua.

REDUCCIÓN II: EN EL CINE-
Abraham Lincoln posiblemente sea el personaje real de los Estados Unidos más veces presente en el celuloide desde 1911 con “His First Commission”, donde Charles Bravin interpretaba a Lincoln, rol que asumió después Francis Ford (hermano de John Ford, el cual tuvo la felicísima idea de introducirle en el cine) y Ralph Ince en seis ocasiones. En la mítica  “The Birth of a Nation” (“El nacimiento de una nación”, 1914) del pionero D. W. Griffith, maestro de futuros maestros, el cual consiguió una película llena de innovaciones y alardes técnicos, con gran peso específico en la historia del cine y logró, además, que el cine fuera reconocido como arte (el 7º). En contraposición, Griffith --- educado en la ideología del Sur --- hizo apología del siniestro Ku- Klux- Klan, sociedad racista surgida al finalizar la Guerra de Secesión, suprimida en la presidencia de Ulysses S. Grant pero vuelta a renacer posteriormente --- extendió en su film una propaganda segregacionista totalmente denigrante. Lincoln fue encarnado por Joseph Henabery y su asesino Wilkes Booth estaba interpretado por el futuro gran realizador Raoul Walsh. Después de finalizar el periodo mudo (donde hay algunas películas más, muy poco o nada conocidas) el mismo Griffith realizó “Abraham Lincoln” (“Abraham Lincoln”, 1930), una de sus dos únicas películas sonoras y, en contra de lo dicho por algún crítico, demostró ser un gran director dentro del sonoro. Aquí es más ecuánime ideológicamente y señala favorablemente al presidente Lincoln quizás por la promesa de no reprimir al adversario vencido  y hablar de reconciliación y hermandad (promesa no cumplida por la muerte de Lincoln). Walter Huston era Lincoln en una gran interpretación  mientras Ian Keith  representaba a John Wilkes Booth. Griffith nos muestra a fogonazos los distintos capítulos de la vida de un hombre del campo el cual llegó a presidente a pesar de sus escasísimos estudios --- valoración de su tenaz energía autodidacta y su entusiasmo para aprender --- y costumbres campesinas chocantes con los políticos estadounidenses acomodados en la sociedad, así como la forzosa combinación (propia de los primeros tiempos del sonoro) entre los decorados y escenarios naturales. No tuvo éxito comercial (tiempos de depresión) y Griffith falleció arruinado años después. También resulta muy positivo “Abe Lincoln in Illinois(“Lincoln en Illinois”) del siempre interesante John Cromwley (para R. K. O., 1940), notable biopic donde Raymond Massey interpreta al futuro presidente (inolvidable inicio donde su padre contempla la lluvia a través de la ventana y Abe lee poesía de Shakespeare, luego se despide de su madrastra a quien llama “madre” y se abrazan efusivamente, la pelea forzado a mantener con un pedante a quien vence y se hacen amigos, la manada de cerdos saltando al río, su entrada en la política, su enfrentamiento electoral con Douglas, etc.) y el sólido guión es del “pulitzer” Robert E. Sherwood sobre su propia novela (adaptación de Grover Jones).
De las cerca de 250 cintas sobre Lincoln (sumando cine y TV), la de Griffith, la de Cromwley y la de Ford son las mejores. Actualmente el “Lincoln” de Spielberg devuelve el interés sobre el personaje sin olvidarnos de “Conspiration” (“La conspiración”, 2011), de Robert Redford aunque no tuviera éxito de público ni de crítica en general.

REDUCCIÓN III: LINCOLN, JOHN FORD Y “EL JOVEN LINCOLN”
John  Ford admiró siempre a Abraham Lincoln en todos los sentidos. Es lógico que lo trasladase al cine. Charles Edward Bull lo interpretó en la muda “The Iron Horse” (“El caballo de hierro”, 1924), sobre la construcción del ferrocarril cuya idea fue siempre apoyada y respaldada por Lincoln aunque él prefería el transporte fluvial. En el fragmento de la  “Civil War(“La Guerra Civil”)  de “How the West was Won(“La conquista del Oeste”, 1962) dirigido por Ford --- el film era un “kolossal” de 122 minutos  con tres realizadores; los otros dos fueron Henry Hathaway y George Marshall (1) --- donde Raymond Massey volvía a su papel de presidente Lincoln. Curiosa y sorprendente es otra espléndida película de Ford, realizada tres años antes de su “El joven Lincoln”: “The Prisoner of Shark Island” (1936) --- literalmente “Prisionero de la Isla del Tiburón” --- titulada en España “Prisionero del odio” (para 20th Fox), donde Warner Baxter da vida al Dr. Samuel A. Mudd, el galeno que curó provisionalmente la pierna de John Wilkes Booth (Francis McDonald), el asesino de Lincoln (sin saber que lo era) pero simpatizaba con la Confederación, fue acusado, implicado y condenado injustamente a cadena perpetua en la isla del título pero finalmente logrará curar a los supervivientes de la fiebre amarilla, tanto prisioneros como guardianes, y será rehabilitado, pudiendo regresar a su casa. Aquí Ford señala las injusticias cometidas sobre un hombre inocente a quien no quieren escuchar en la realidad se condenaron tanto inocentes como culpables). Cuando el médico de la prisión traba amistad con él y se entera después quien es le da la espalda y Mudd le dice: “Supongo será inútil jurarle por lo más sagrado de nuestra profesión que yo nada tuve que ver en la muerte del señor Lincoln” y el otro contesta: “Totalmente inútil”. Abraham Lincoln estaba interpretado por Frank McGlynn. Humanismo al máximo, propio de Ford y así lo vemos en su filmografía desde dos puntos de vista teóricamente antitéticos: el presidente asesinado  y el médico que cura al asesino sin saber lo sucedido aunque comparta ideología con él.
En diciembre de 1938 termina el rodaje de “La diligencia” para United Artists empieza a filmar “The Young Lincoln” (“El joven Lincoln”) para 20th Fox con Henry Fonda (dubitativo en un principio ante la grandiosidad del personaje a representar pero Ford y el estudio ya habían pensado en él) con nariz postiza. En verdad tiene mérito Daniel Day- Lewis al interpretar al presidente en el “Lincoln” de Spielberg --- recibió un Oscar y otro por el diseño de la película; quizás debía haber recaudado más estatuillas pero viendo la “política” de Hollywood, guiada muchas veces por la fuerza de “lo políticamente correcto” lo dejamos así ya que tampoco nadie puede hacer nada --- pues tanto Walter Huston como Raymond Massey, en su doble interpretación, o Henry Fonda dejaron el listón muy alto.
El joven Lincoln” no es un biopic al uso, solo una parcela de su vida. Su juventud, cuando despiertan en él sus ideas y su triunfo como abogado defendiendo a unos pobres campesinos, como él, que no pueden ni pagar sus honorarios. Así, de esta forma, Ford retrata perfectamente al personaje que encarna perfectamente los ideales americanos del hombre que desde unos orígenes muy humildes se forja a sí mismo y llega a la cima aunque esto le cueste la vida. Si “Lincoln en Illinois” se cierra con la elección presidencial,   “El joven Lincoln” lo hace --- mucho antes en su vida --- subiendo a una colina mientras contempla y asume una tempestad, empapándole con el agua de la lluvia, símbolo de lo que le deparará la vida (luces y sombras) pero al ganar el caso de los hermanos campesinos inocentes le hace fuerte para asumir su responsabilidad y seguir adelante.
El guión lo escribió Lamar Trotti, notable productor y guionista, quien había dado ya el material escrito a Ford de “El juez Priest” (1934) y “Barco a la deriva” (1935) y seguirá haciendo con “Corazones indomables” (1940), además de dos espléndidos westerns de William A. Wellman, “Incidente en Ox- Bow” (1943) y “Cielo amarillo” (1948), “El hombre atrapado” (1941), de Fritz Lang y “El capitán de Castilla” (1947), de Henry King, entre otros. La historia es sencilla y aquí radica una parte de la positividad en manos de Ford (en las de otro podría haber derivado hacia lo soporífero y el aburrimiento o, simplemente, una mala película), quien logra un gran film. Quizás Trotti lo sabía ya que tiene otros trabajos, los citados p. e., más complejos. Se basa en un caso real que asumió Lincoln ya más entrado en años que en la película pero da absolutamente igual.
Como en toda obra fordiana la fotografía está cuidada al máximo, en esta ocasión es de Bert Glennon, factor que fundirá sin fisuras con los personajes, el decorado y el ambiente musical (el paisaje bucólico donde conversan Abe y Ann, el mismo paisaje nevado y la tormenta final me parecen de un “cromatismo en blanco/negro” espléndido, pocas veces conseguido). También es destacable el uso del contrapicado (señalado por Ricardo Pérez) para mostrar en mismo encuadre los techos de las cabañas/habitaciones al igual que hiciera en “La diligencia”. Un admirador de Ford, Orson Wells lo hará pero sin tanta mesura (Ford los usaba en función de la historia, otros lo realizarán para demostrar su habilidad técnica que nadie les discute). 
Muy acertada la partitura musical de Alfred Newman, repetida en la grandiosa “El hombre que mató a Liberty Valance”. Los genéricos del film se abren con la conocida música del “¡Gloria, Gloria, Aleluya!” (curioso comprobar el caso de “Lincoln en Illinois”: comienza con una macedonia de melodías, una de ellas es “¡Gloria, Gloria, Aleluya!”). Recordemos el inicio de la magistral “Las uvas de la ira”: “La Vall del Riu Vermell” (adaptación del espiritual negro “Red River Valley”) que a veces cantamos, especialmente en los responsos o en las misas exequiales.
Ford homenajeará a Lincoln, una vez más, colocando el apellido de su prometida fallecida (Rutledge) al sargento de color Braxton Rutledge (“El sargento negro”, 1960) y también destacar la oposición del abogado al intento de linchamiento por parte del público de sus defendidos (desafiando físicamente a quien sea, “El joven Lincoln” o exigiendo al juez que imponga orden en la sala o disperse a la turba, “El sargento negro”). En ambos casos será el abogado quien descubra al auténtico asesino.
El núcleo de la historia se centra en la defensa de dos nobles campesinos acusados de dar muerte en una riña a un desagradable pendenciero que siempre los provoca. Según un testigo,  presunto amigo del difunto, uno de los dos hermanos le clavó un cuchillo y le causó la muerte. Él no estaba muy cerca pero lo vio gracias a la luz de la luna y el tema se centrará a partir de ahora en la angustia de la madre a la que, incluso, el jurado le pide cual de sus hijos mató al tipo en cuestión y así podrá salvar al menos a uno (juicio con reminiscencias algo salomónicas). El fiscal John Felder (Donald Meek) es un tipo cómico --- incluso hace dormir al juez Herbert A. Bell (Spencer Charters) --- pero empapado de leyes. Lincoln llega algunas veces a ridiculizarle (recordemos que también se burla de sí mismo) para poder realizar su tarea de abogado con sus dos defendidos. Lincoln con toda lógica resuelve finalmente el caso al colocar delante del jurado y del testigo “El almanaque del campesino” y demostrar que el día del asesinato no había luna y al igual que “El sargento negro” el asesino estaba entre el público y era un testigo mentiroso pero al final confiesa….
Una vertebración de puro lírico atraviesa la obra, sin prácticamente desfallecer plano a plano.

Narcis Ribot Trafí