EL MUNDO EN SUS MANOS (1952)


EL MUNDO EN SUS MANOS. Título original: The World in His Arms. Año: 1952. País: Estados Unidos. Director: Raoul Walsh. Reparto: Gregory Peck (Capitán Jonathan Clark), Ann Blyth (Condesa Marina Selanova), Anthony Quinn ("Portugee"),John McIntire (Deacon Greathouse, Jonathan), Carl Esmond (príncipe Semyon), Sig Ruman (General Ivan Vorashilov), Andrea King (Mamie), Eugenie Leontovich (Anna Selanova), Bill Radovitch (Ogeechuk), Rhys Williams (Eben Cleggett), Bryan Forbes (William Cleggett), Hans Conried (Eustace, hotel clerk). Guión: Borden Chase (Novela: Rex Beach). Música: Frank Skinner. Fotografía: Russell Metty. Universal Pictures. Duración: 104 minutos. Aventuras. Aventuras marinas. Siglo XIX

Estados Unidos compró Alaska a Rusia en 1867. El protagonista de nuestra aventura, el capitán Jonathan Clark (Gregory Peck), intentó hacerlo diecisiete años antes (1850) con el aval de un financiero californiano amigo suyo. Clark, llamado “El hombre de Boston”, cazador de focas de profesión, aventurero y juerguista empedernido de vocación y con nobles sentimientos, es en realidad de Salem (Massachusetts). Tres fuertes motivaciones impulsan al “hombre de Boston” a negociar la compra de Alaska a los rusos, quienes le consideran un cazador furtivo y desean librarse de él: 1) Clark solo caza machos y deja a las hembras además de los machos adultos para seguir la reproducción y supervivencia --- idea pro ecologista antes de aparecer como movimiento --- mientras los actuales propietarios realizan carnicerías de focas que amenazan con la extinción de la especie, 2) los rusos esclavizan y explotan a los habitantes de las Aleutianas obligándoles a cazar focas; en caso de negarse puede haber penas terribles (un tripulante de la goleta de Jonathan muestra la mutilación de una mano por no pagar la cuota anual al zar) y 3) desea librarse de sus opositores, la competencia en la caza de focas, para tener más beneficios y tranquilidad en el trabajo (lógico).
Todo ello desaparecerá cuando en San Francisco conozca a la condesa rusa Marina Selanova (Ann Blyth) y ambos se enamoren. La aristócrata desea reunirse en Sitka con su tío, el gobernador de Alaska, Ivan Vorashilov (Sig Ruman) después de haber huido de Rusia a causa de una boda no deseada programada por el zar con el sobrino de éste, el príncipe Semyon (Carl Esmond) a quien Marina detesta. El colega/rival de Clark, llamado “El Portugués” (Anthony Quinn) no ha cumplido su palabra de llevar a la condesa a Sitka y después de cobrar la ha dejado en tierra. Todo queda aplazado ya que Jonathan y Marina proyectan su boda pero aparece Semyon y lleva a Sitka a la condesa en su cañonera con la misión de reprochar al gobernador el descenso en la caza de focas. Ignorante de todo ello, Clark cree que le ha abandonado y se enzarza en una carrera de goletas con “El Portugués”, apostando su embarcación, a que llegaría antes a las islas Pribilof, en las Aleutianas. Él vence pero renuncia al pago. El segundo de Clark, Deacon Greathouse (John McIntire) pronuncia ahora la frase que da nombre al film: “El viento puede poner en mundo en nuestras manos”. Mientras Jonathan y “El Portugués” pelean en medio de una borrachera son capturados junto con sus respectivas tripulaciones por Semyon y les lleva encadenados a Sitka. Para salvar la vida de Clark, Marina accede a casarse con el príncipe; pero ahora unido con “El Portugués”, el “Hombre de Boston” regresa y ataca el palacio llevándose a la condesa en el momento de la ceremonia. Clark mataba en duelo a espada a Semyon y hacía estallar su cañonera. La imagen final nos mostraba a Clark abrazado con una mano a su prometida mientras con la otra lleva el timón de su goleta “La peregrina de Salem”, el viento agita sus cabellos y el  nocturno cielo estrellado cerraba la película con uno de los finales más puramente románticos de la historia del cine.
Esta es la sinopsis de “THE WORLD IN HIS ARMS” (“EL MUNDO EN SUS MANOS”), realizada por Raoul Walsh en 1952. Su lectura nos la muestra claramente como un film de aventuras y lo es en el sentido temático pero difiere en el estilístico de las cintas de aventuras al uso de su época, de antes o después. Está filmada de forma absolutamente vibrante, sugestiva, emocional  y espontánea sin bajadas de tono como sucede con otros (especialmente en los llamados “tiempos muertos” o de “reposo”, cuando no hay la acción propia de una película de aventuras)  y así la historia se nos presenta fresca, absorbente, lírica y romántica, sin los excesos propios del cine actual que hace imposible el creer en lo que se está narrando. No importa que la aventura sea marítima, selvática, en el Polo Norte, Sudamérica o en un lugar remoto; lo importante siempre es LA PUESTA EN ESCENA o sea la forma en explicar la aventura con una base creíble, no en multiplicar pruebas y peligros sin ton ni son y no buscar lo imposible para  sorprender e impresionar al público o conseguir el humor de la misma forma (cfr. “En busca del Arca Perdida”, los nazis --- numerosos --- disparan cientos de tiros sobre el coche conducido por Indiana Jones y no aciertan ni una sola vez). El estilo en filmar, la idea del realizador sobre un film en concreto o sea la puesta en escena es lo esencial. De ella ha de partir la gradación sobre lo narrado/filmado: su interés, emoción y aceptación. “El mundo en sus manos” parece que va caer en una demasía y en excesos casi “avant lettre” sin que ello suceda y no hay en absoluto variación en la subida/bajada de ritmo y tono como hemos dicho. Estamos ante una de las más grandes películas de aventuras de todos los tiempos y una de las mejores filmadas por Raoul Walsh.
“El mundo en sus manos” procede de una novela del escritor estadounidense, novelista y  dramaturgo, Ellingood Rex Beach (1877-1949), admirador e influenciado por las novelas de Jack London, muy popular a principios del pasado siglo. Desgraciadamente esta obra (mismo título que el film y publicada en U.S.A., 1946) no se editó en España. Los dos adaptadores de la narración de Beach eran excelentes: 1) el sólido Borden Chase, autor de guiones sobre westerns (especialmente) inolvidables como “Río Rojo” (Howard Hawks, 1948), “Winchester- 73” (1950), “Horizontes lejanos” (1952) y “Tierras lejanas” (1954), tres de los  cinco títulos que componen el ciclo de Anthony Mann con James Stewart, “Veracruz” (Robert Aldrich, 1954), “La pradera sin ley” (King Vidor, 1955) o “El sexto fugitivo” (John Sturges, 1956), etc. y 2) Horace McCoy, quien cuidó de los diálogos, escritor (su novela más conocida fue “¿Acaso no matan a los caballos?”, de la cual se hizo una adaptación cinematográfica titulada “Corazón de hielo”, 1950, en España) y guionista de algunas películas no excesivamente interesante y otras excelentes (como “Gentleman Jim”, de Raoul Walsh e interpretada por Errol Flynn, sobre la vida del boxeador James J. Corbett), siendo “Gentleman Jim” junto con “El mundo en sus manos” --- ambas de Walsh, no lo olvidemos --- lo mejor de su faceta como guionista. La parte interpretativa era formidable: Gregory Peck compone un inolvidable retrato del capitán Jonathan Clark, hilvanando una mezcla conseguida de nobleza, bondad con brusquedad y brutalidad en las peleas; no siendo un hombre refinado  (como el Horatio Hornblower de “El Hidalgo de los Mares”, filmada un año antes por el mismo Walsh y también protagonizada por Peck) sabe ser galante y educado; Ann Blyth saca adelante su papel de condesa Marina Selanova que, huyendo de un matrimonio impuesto y no deseado, se enamorará de Clark; John McIntire interpreta al segundo de Jonathan, Deacon Grathouse entre caricaturesco y algo intelectual (se vislumbra), recitativo de frases filosóficas y citas bíblicas el cual podría haber caído en la exageración pero afortunadamente no es así; Bill Radovich es Ogeechuck, el forzudo esquimal que huele a foca (va acompañado de una) y solo sabe decir “voy-voy”; Anthony Quinn encarna al portugués, a veces rival, a veces amigo del “Hombre de Boston” (¿Qué decir de este gran actor? Pues que da una gran interpretación). Carl Esmond como el príncipe Semyon, actor austríaco (vivió 102 años, 1902-2004) sencillamente me parece uno de los más grandes villanos cinematográficos: cinismo, crueldad, explotador, imperialista, y con el deseo de casarse con Marina en contra de su voluntad da una imagen perfecta de lo que es, sin la maldad folletinesca y  gratuíta ofrecida por otros “malos del cine” (está en principio dispuesto a condenar a Clark y sin embargo se limita a expulsarle para casarse con la condesa).
La producción corrió a cargo de Aaron Rosemberg para Universal, responsable también de las citadas tres películas de Anthony Mann con James Stewart (“Winchester- 73”, “Horizontes lejanos” y “Tierras lejanas”)  para la misma compañía, así como “Rebelión en el fuerte” (1954), de Raoul Walsh, con Alan Ladd. La fotografía recayó en el experto Russell Metty cuyas composiciones eran tan elegantes en blanco/negro (“Sed de mal”, “El extraño”, ambas de Orson Welles) como apasionantes en technicolor (“Escrito sobre el viento”, de Douglas Sirk, “El señor de la guerra”, de Franklin Schaffner, “Espartaco”, de Stanley Kubrick). Decorados y diseño de producción fueron elaborados por Bernard Herzbrun, R.A. Gausman, Alexander Golitzen y Julie Heron (entre otros hallazgos retener aquel San Francisco de ensueño, especialmente la parte del puerto), mientras Frank Skinner componía una música acertada --- después de ver la película más de una vez puede volverse familiar y ser recordada --- en función total de la narración fílmica.
Muchas escenas son inolvidables (el andar rápido del “hombre de Boston” en el muelle, las peleas de índole tabernario, la carrera de goletas, el combate final en la cañonera rusa, las secuencias del hotel --- empapadas de matices humorísticos como en otras ---, el asalto al palacio de Sitka en el momento de la boda y un largo etc.) en una película que toda ella es inolvidable. Como en otras muchos films que tratan sobre marinos y sobre el mar empieza con un travelling (aquí largo) a partir del desembarco de los protagonistas: Clark, su segundo y el esquimal “voy-voy” van casi corriendo en el puerto. Su objetivo es rescatar a parte de su tripulación raptada por “El Portugués” y encerrada en los sótanos de una bodega. El paso apresurado de los tres hombres anuncia la acción a venir: se enzarzan en una pelea con los raptores (puñetazos de Clark, cabezazos de Ogeechuck “voy-voy” y culatazos del contramaestre Deacon en forma contundente y expeditiva) y la manera apabullante y cómica de ir tirando a los noqueados al fondo de la bodega. Ya desde estas primeras secuencias demuestra la puesta en escena en la totalidad de todos los planos una intuitiva y espontánea creatividad propia de Walsh, aquí en uno de sus más grandes momentos de inspiración. Tranquilamente puede afirmar, como ya dijimos, su ejercicio de pintor, pintor fauvista diría yo por la cantidad y calidad de los tonos pictóricos en equivalencia de la pintura a la heterogeneidad de los elementos propios del cine nutrientes de las demás artes. El humor, como en otros films de Walsh, es un componente más perfectamente integrado en la narración, no sobreañadido o mostrado con “mala uva” --- como pasa con frecuencia en el cine actual --- para provocar/forzar la carcajada del espectador: la escena en el “Occidental”, el hotel más caro de San Francisco, con la tripulación de Clark en plan diversión acompañados por alegres muchachas, donde “voy-voy” se fabrica un traje con las cortinas rojas de la “suite”, la foca-mascota nada en la bañera de la “suite” seguido de otra pelea (fuerte pero sin bajas mortales) con el “Portugués” y sus hombres que acaba con el destrozo del local, el pulso en el suelo delimitado por cuchillos entre los dos capitanes, la carrera de goletas con el agua rompiendo en las quillas como jamás se ha filmado, las escenas románticas entre Jonathan y Marina, todo ello narrado por la cámara walshiana sin extrañación, la aventura es la misma filmación/narración como se dijo, desde dentro, no desde fuera……….

Narcís Ribot i Trafí