Lo malo es que uno no tiene nada de frikkie y no puede comprender porqué se idolatra tanto la caspa.
Una bruja sin escoba es una de esas cosas que al verlas te hacen reír. Los efectos especiales son una pura chapuza y todo funciona de forma deshilachada, sin ritmo con un montaje brusco y precipitado.
La fotografía hiere a la vista, bueno Maria Perschy no, claro. Su presencia es lo más agradable de toda la función, pero Jeffrey Hunter se le nota ausente, en declive artístico, arrastrándose por estos subproductos de forma harto patética. Dos años después falleció prematuramente de un ataque al corazón.
En fin...
Salvador Sáinz