Estamos ante lo que se llama “cine homosexual” porque sus protagonistas lo son. Eso conlleva cierto aire de marginalidad a la película. La pareja que aparece es mayor y poco atractiva físicamente. Uno fallece y quien sobrevive se vuelve a enamorar… pero no conemos más detalles del argumento para hacerle la pascua al futuro espectador.
El cine alemán suele gustarme, me gusta tanto su cultura como me disgustas sus políticos. Los Adolf Hitler de antaño y la Angela Merkel del presente. Seres abominables y nefastos que han creado una sociedad con complejos y sentimientos de culpa.
Los protagonistas no viven en un lujoso apartamento, sino en una caravana que va de ciudad en ciudad. No son parte del sistema, son marginados, gentes que no se integran y que nada tienen que ver con los aburguesados votantes de la Merkel.
La película es de imagen fea, o mejor dicho feísta. No es esto una crítica, es una descripción porque tal vez esta realidad no se puede mostrar de otra manera. La imagen de la pareja gay en la cama practicando sexo con su peluca postiza no es demasiado estimulante.
Tenemos un tercer personaje, la hija de uno de ellos, fruto de una unión heterosexual del pasado. Un ser que vive al margen de la sociedad, que no tiene ningún futuro, que no encaja en esta Alemania pija y orgullosa.
El cine alemán sabe retratar los ambientes marginales con más precisión que sus colegas españoles que ha vivido una etapa adocenada en las últimas décadas con resultados negativos. Nosotros somos el país que sueña en convertirse en una nueva Alemania, veamos por ejemplo las declaraciones de los políticos independentistas catalanes que dicen que si Cataluña fuera independiente seríamos como los alemanes.
Alemania se ha convertido en un ideal de un país civilizado, rico, poderoso, la primera economía de Europa, a la que el resto del continente aspira a igualarlo. Pero no es todo opulento lo que brilla. También tiene sus cloacas.
El trío es una película muy fea pero es sincera. Es como cuando nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos reflejado en él. La culpa no es del espejo sino nuestra. El espejo muestra la realidad que hemos forjado entre todos. En nuestro mano está enderezarla.
Salvador Sáinz
