LA BELLA DE MOSCÚ (1957)


LA BELLA DE MOSCÚ. Título original: Silk Stockings. Año 1957. País: Estados unidos. Director. Rouben Mamoulian. Actores: Fred Astaire (Steve Canfield), Cyd Charisse (Ninotchka Yoschenko), Janis Paige (Peggy Dayton), Peter Lorre (Brankov, Commisario), George Tobias (Vassili Markovitch, Commisario de Arte), Jules Munshin (Bibinski, Commisario), Joseph Buloff (Ivanov, Commisario), Wim Sonneveld (Peter Ilyitch Boroff). Guión: Abe Burrows, Leonard Gershe, George S. Kaufman, Leueen MacGrath, Leonard Spigelgass. Argumento: Melchior Lengyel. Música: Cole Porter. Coreografía: Hermes Pan. Fotografía: Robert J. Bronner. Productor: Arthur Freed. Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) duración: 117 minutos. Musical. Romance | Remake. Comedia romántica

Para hablar de La bella de Moscú debemos separar primero la parte artística de la política porque ambas me merecen diferentes consideraciones. La parte política me parece muy injusta y poco real. Los pueblos de la Unión Soviética nunca fueron tan tristes como los pintan en estas películas de propaganda, por otra parte durante la Segunda Guerra Mundial su país fue arrasado por la invasión nazi y la posguerra y recuperación económica fue muy dura.
Pero unos hechos provocaron la guerra fría y en consecuencia el rodaje de estas películas propagandísticas en los años cincuenta. Acabada la guerra, el matrimonio Ethel y Julius Rosenberg, afiliados al Partido Comunista, fueron ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953, acusados de informar a la KGB de la fórmula del devastador artefacto lanzado en Hiroshima en 1945. En agosto de 1948 los soviéticos lanzaron su primera bomba atómica provocando alarma, tensión internacional y la famosa Guerra Fría.
Hollywood se lanzó pues al rodaje de películas con ánimos propagandísticos presentado la Unión Soviética como si fuera un auténtico infierno. Es por ese motivo que la parte política de La bella de Moscú, adscrita a esta corriente, no me interesa en absoluto por parecerme injusta pese a que el sistema político criticado cometiera numerosos errores y estuviera muy lejos de la perfección.
La parte artística de la película sí me interesa. Las canciones de Cole Porter, la coeografía de Hermes Pan, Fred Astaire y Cyd Charisse están sensacionales pese haber llegado al crepúsculo de sus carreras. La bella de Moscú fue uno de los últimos musicales Metro. El género que tanta gloria había dado a la productora del león dejaba ya de interesar al público y se dejaron de rodar. Fue la despedida de Astaire y Charisse del género ya que su filmografía posterior es ajena al género que les dio fama.

La película de Rouben Mamoulian, otro canto del cisne cinematográfico, presenta estereotipos de los estadounidenses, de los franceses (muy desdibujados por cierto) y los soviéticos. Los primeros son superficiales y zafios. La estrella hollywoodense, protagonista de películas de piscinas estilo Esther Williams nos es presentada como una paleta que ni siquiera sabe quién es León Tolstoi. La trama gira alrededor del rodaje de una película Made in Hollywood rodada en estudios parisinos, algo inusual por ciento, basada en Guerra y Paz con números musicales chabacanos y cambiando la historia a su capricho. Un defecto muy “hollywoodense” (véase por ejemplo Troya de Wolfgang Petersen en la que enmiendan la plana al mismísimo Homero sin que se les caiga la cara de vergüenza) es el de destrozar grandes textos literarios en aras de una “comercialidad” mal entendida.
En cambio, el estereotipo francés es el de un libertino. La película de Ernst Lubitsch era más explícita en este detalle y además contaba con un guión de superior calidad. Otro tópico que nada tiene que ver con la realidad. Y los soviéticos viven siempre asustados de que los envíen a Siberia.
Merece especial mención los tres actores que interpretan a los tres comisarios que viajan a París, Peter Lorre, Jules Munshin y Joseph Buloff. A Munshin le hemos visto en otros musicales al lado de Gene Kelly y Frank Sinatra (Llévame a ver el partido, Un día en Nueva York). Peter Lorre está genial en su aparición y cómo se las arregla para escaquearse en las escenas de baile. Por cierto en las canciones fue doblado por Ernest Newton, nobleza obliga. La primera juerga de los comisarios y sus damas, Too Bad, le da un aire de inesperada alegría en la que sus personajes se desmelenan y echan po la borda todos sus prejuicios. Es una explosión de alegría, de ganas de vivir y demuestra un gran vitalismo. Sweet Siberia es una reflexión en la que los comisarios temen ser deportados a tan terrible lugar. Sencillamente genial.
Red Blues, cantada y bailada en el retorno a Moscú, es una joya explosiva. Una pequeña gema del musical, un estallido de alegría pese a vivir una realidad bastante cruda. Pero el alma de la película son los dos grandes del musical, Fred Astaire y Cyd Charisse en sus números de baile aunque Cyd fuera doblada por Carol Richards en las canciones.
Paris Loves Lovers es una hermosa canción dedicada al amo y a la ciudad de París, cuna del romanticismo, ejecutada por la cálida voz de Astaire. It's A Chemical Reaction, That's All es un contrapunto irónico a la canción anterior.
The Ritz Roll And Rock es en cambio un número especial de Fred Astaire en su viejo estilo aunque se le añadan toques de rock and roll que contrastan con el clásico tipo de melodía de Porter. Silk Stockings (Medias de seda, título original de la película) es un solo de Charisse cambiándose de ropa y transformándose de un tipo de mujer a otra. Es una búsqueda de la feminidad clásica tal como se entendía antes del estallido feminista.
Y quedan para el recuerdo todos los números bailados por la pareja Astaire-Charisse, un espectáculo que desgraciadamente la pantalla no volvió a producir jamás.  Son un adiós a un género que nunca más volvería a ofrecer y que estábamos a punto de perder para siempre.
Por eso me refería al principio del escrito, a la doble lectura de esta película. Si desde un punto de vista ideológico me parece discutible e injusto, en el aspecto artístico se merece toda mi admiración.

Salvador Sáinz

La bella de Moscú está basado en un argumento original de Melchior Lengyel, utilizado en la película Ninotchka de Ernst Lubitsch (con la colaboración de Billy Wilder en el guión) a quien le debemos también el de Ser o no ser del mismo director. Nació el 12 enero 1880, Balmazújváros, Imperio austrohúngaro (actual Hungría) y falleció el 23 de octubre de 1974 en Budapest.
George S. Kaufman, Leueen MacGrath, y Abe Burrows escribieron el libreto de un musical basado en Ninotchka con música de Cole Porter, La bella de Moscú, estrenada en Broadway en 1955 y llevada al cine dos años después siendo asimismo el último filme de Rouben Mamoulian (le echaron del rodaje de Cleopatra años después y de Porgy y Bess), además del último musical Metro de Fred Astaire, su canto de cisne en la gran pantalla aunque “resucito” fugazmente once años después con El valle del arco iris.
Con la guerra fía empezaron a floecer argumentos similares como Faldas de acero (1956) de Ralph Thomas, con Bob Hope y Katharine Herpburn, y Amor a reacción (1957) de Josef von Sternberg con John Wayne y Janet Leigh, presentando en ambas mujeres aviadoras soviéticas, algo que en aquel tiempo causaba asombro, que son “redimidas” por galanes estadounidenses.
Durante la segunda guerra mundial, la película original, Ninotchka, fue borrada de las carteleras debido a que la Unión Soviética era entonces aliada de los Estados Unidos en la contienda que arrasó medio mundo.
En agosto de 1948 los soviéticos lanzaron su primera bomba atómica provocando alarma, tensión internacional y la famosa Guerra Fría.