EL GRAN GATSBY (1974)


EL GRAN GATSBY. Título original: The Great Gatsby. Año: 1974. País: Estados Unidos. Director: Jack Clayton. Reparto: Robert Redford (Jay Gatsby), Mia Farrow (Daisy Buchanan), Bruce Dern (Tom Buchanan), Karen Black (Myrtle Wilson), Scott Wilson (George Wilson), Sam Waterston (Nick Carraway), Lois Chiles (Jordan Baker), Howard Da Silva (Meyer Wolfsheim), Roberts Blossom (Mr. Gatz), Edward Herrmann (Klipspringer), Elliott Sullivan (amigo de Wilson), Arthur Hughes (vendedor de perros), Kathryn Leigh Scott (Catherine), Beth Porter (Mrs. McKee), Paul Tamarin (Mr. McKee), John Devlin (guardaespaldas de Gatsby), Patsy Kensit (Pamela Buchanan), Tom Ewell (Mourner). Guión: Francis Ford Coppola (Novela: Francis Scott Fitzgerald). Música: Nelson Riddle. Fotografía: Douglas Slocombe. Duración: 144 minutos. Paramount Pictures. Drama, Años 20

Cuando en 1974 se estrenó la tercera de las cuatro versiones para cine de El gran Gatsby se puso de moda el cine retro o la moda retro, es decir roda películas basadas en épocas anteriores como los locos y mitificados años veinte, una época que parece fue de juerga continua, nada más lejos de la realidad.
El novelista Francis Scott Fitzgerald y el director Jack Clayton (autor de la excelente Suspense con Deborah Kerr, un autor a reivindicar) realizan un discurso acerca de la superficialidad humana. Un amor contrariado porque en el pasado el protagonista de esta película Gatsby fue pobre y no podía aspirar a la mano de la mujer que amaba porque ésta era rica. Tal como dice en esta película y otras versiones, las mujeres deben de ser “tontitas” porque en caso contrario nadie se lo perdonaría. Es el motivo por el cual Daisy Buchanan (Mia Farrow ) se comporta tontamente a lo largo del metraje como única forma de supervivencia posible de su género que la encadena a un hombre que no ama y la obliga a prescindir del que en realidad es dueña de su corazón.
La superficialidad, la apariencia es el centro de la vida de la burguesía estadounidense. Una burguesía que rechaza la presencia de un “recién llegado” a las clases pudientes cuya fortuna es de origen misterioso que ni en la versión de 1974 ni en la de 2013 más reciente queda suficientemente aclarado. Una sociedad que acude masivamente a las fiestas que organiza, pero que le dejan sólo en el entierro tras el asesinato como venganza de una muerte de la que es completamente inocente.
La versión de Jack Clayton es mucho más sólida y directa que la actual de Baz Luhrmann, pero ya sabemos que las comparaciones son siempre odiosas. Es otro estilo de cine, en la versión reciente Luhrmann recurre a las filigranas fílmicas que le permiten las nuevas tecnologías, Clayton que en 1974 no disponía de los medios actuales se centra más en la descripción de la sociedad a la que pone de vuelta y media con razón.
Todo el oropel de las lujosas fiestas esconde negocios sórdidos de los que apenas se nos informa más que de forma velada. Todas las sonrisas, los trajes elegantes, el glamour esconde una realidad corrupta carente de nobleza. Las mujeres que deben pasar por lelas para poder vivir en un mundo que las margina, la hipocresía de quien se aferra a la religión para engañarse a sí mismo y negarse a solucionar sus problemas. Esos ojos de la valla publicitaria que siempre observan, que son una especie de metonimia de la mirada de Dios que todo lo ve y que todo lo sabe. Ese Dios que siempre nos está vigilando como el Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell.  La falsa dignidad del marido ultrajado porque su mujer se acuesta con otro hombre cuando él se acuesta con mujer ajena y la falsa dignidad del  marido de ésta que se venga asesinando a un inocente por una muerte de la que no es responsable. Esa sociedad superficial y vacía es el alama de esos años veinte que tal vez eran locos pero no tan divertidos como se nos pretende hacer creer.  Excelente película y excelente versión de la novela de Scott Fitzgerald, para mi gusto la mejor de las que conozco.

Salvador Sáinz