La famosa opera prima de Larry Clark fue piedra de escándalo en su día por la franqueza con que trató el tema de la juventud marginal barriobajera estadounidense, alejada de los cánones acomodaticios de Hollywood.
Un cine realizado sin concesiones y de enorme fuerza visual. Clark retrata una época de su vida que vivió, una adolescencia conflictiva de sexo y droga. Una vida deshumanizada y cruel basada en una egoísta forma de vivir el mundo. Y nos habla de unos años que quedaron atrás.
El discurso de Clark no es en absoluto moralizante, nos habla de unos hechos sin ninguna concesión. Retrata la vida de unos jóvenes que no ven el final del túnel, que no saben qué hacer con sus vidas y que no encuentran claro cuál será su futuro.
Jóvenes que parecen huir de la vida y que se refugian en la banal marihuana y otras drogas que les otorgan una falsa solución escapista a sus verdaderos problemas.
También tiene su punto de ternura con la joven que es portadora del sida y va en busca de su compañero sexual para conseguir su apoyo. Las escenas son crudas, a veces desagradables, pero siempre son sinceras. Una nueva forma de cine sin concesiones acomodaticias, alejado de los esquemas típicamente hollywoodenses, de un cine que sólo busca la rentabilidad económica.
Salvador Sáinz
