EL ARPA BIRMANA (1956)


EL ARPA BIRMANA. Título original: Biruma no tategoto (The Burmese Harp). Año: 1956. País: Japón. Director: Kon Ichikawa. Reparto: Rentarô Mikuni (Capitán Inouye), Shôji Yasui (Mizushima), Jun Hamamura (Ito), Taketoshi Naitô (Kobayashi), Shunji Kasuga (Maki), Kô Nishimura (Baba), Keishichi Nakahara (Takagi), Toshiaki Ito (Hashimoto), Hiroshi Hijikata (Okada), Tomio Aoki (Oyama), Akinori Hanamura (Nakamura), Sanpei Mine (Abe), Takashi Koshiba (Shimizu), Tokuhei Miyahara (Nagai), Tomoko Tonai. Guión: Natto Wada (Novela: Michio Takeyama). Música: Akira Ifukube. Fotografía: Minoru Yokoyama (B&W). Productora: Nikkatsu. Duración: 116 minutos. Bélico. Drama, II Guerra Mundial.

El punto de partida de este extraordinario filme es mostrar una patrulla japonesa perdida en un país extraño, Birmania. En aquella época, los años cincuenta, las pantallas estaban repletas de filmes militaristas producidos en Hollywood en donde los soldados japoneses eran presentados como seres dotados de una crueldad extraordinaria.
Sin embargo Kon Ichikawa no cae en el fácil maniqueísmo propio de estos filmes de acción y propaganda y nos propone una reflexión sobre la inutilidad de la violencia y de la guerra.
Pueblos devastados, muerte, desolación y desarraigo. La visión de este filme de un hecho tan terrible como es la guerra es de paz. Nuestro protagonista está dotado para la música, alegra la vida de sus compañeros tocando el arpa, y es enviado a una misión de paz que resulta infructuosa. Es entonces cuando resulta malherido y toma conciencia de su situación, del gran desperdicio de vidas humanas que supone la contienda. La guerra es inútil, no sirve para nada. En realidad un negocio de empresas armatísticas que se enriquecen con el dolor ajeno y la satisfacción de un nacionalismo cerril y vacuo.
El arpa birmana no es en absoluto una película maniquea, salen soldados hindúes e ingleses, pero para nada son villanos. Son personas que luchan en bandos contrarios.
El primer encuentro entre tropas presuntamente enemigas  se resuelve cantando. La guerra ha terminado, es hora de reconstruir el país y de cerrar las heridas.
Pero la tarea de nuestro personaje central es distinta, es la de honrar a los caídos en tierras extrañas que según leyes birmanas no merecen ninguna sepultura.
Se dedica a honrar a quienes dieron su vida por su país que se pudren insepultos en los campos de batalla a merced de aves carroñeras.
El arpa birmana no es una película de odio, ni de rencor, ni de venganza. Es toda una lección de amor hacia el prójimo, hacia sus compañeros de armas primero pero también hacia todos los que vistieron su mismo uniforme y que yacen sin vida en caminos polvorientos olvidados por su propio país.
Su historia es conmovedora y bella. Kon Ichikawa es todo un maestro del cine que merece que su obra sea revisada y revalorizada. Cada plano, cada gesto tiene su significado. Es una obra profundo, hermosa y convincente. Una gran película que vence el paso del tiempo.

Salvador Sáinz