BUSCANDO MILLONARIO (1963)


BUSCANDO MILLONARIO. Título original: Palm Springs Weekend. Año: 1963. País: Estados Unidos. Director: Norman Taurog. Reparto: Troy Donahue (Jim Munroe), Connie Stevens (Gayle Lewis - Jane Hoover), Ty Hardin (Doug 'Stretch' Fortune), Stefanie Powers (Bunny Dixon), Robert Conrad (Eric Dean), Andrew Duggan (Police Chief Dixon), Jack Weston (Coach Fred Campbell), Carole Cook (Naomi Yates), Jerry Van Dyke (Biff Roberts), Zeme North (Amanda North), Bill Mumy ('Boom Boom' Yates), Dorothy Green (Cora Dixon), Robert Gothie (Gabby), Greg Benedict (Hap), Gary Kincaid (Fred). Guión: Earl Hamner Jr. Música: Frank Perkins. Fotografía: Harold Lipstein. Warner Bros. Pictures. Duración: 100 minutos. Comedia, Comedia romántica

Antes de hablar de Buscando millonario voy hacer algo de pedagogía. La película se rodó hace cincuenta años aunque para algunos nos parezca que se estrenó ayer porque hemos perdido la noción de tiempo, algo que a veces nos ocurre, y debemos situarla en su ya lejana época.
Hace cincuenta años la televisión era en blanco y negro, un solo canal y pantallas generalmente pequeñas. En esta televisión triunfaban series estadounidenses de detectives como Setenta y siete o Rompeolas protagonizadas por los guapos de la época, es decir los chicos que volvían locas a las chicas de entonces. En la primera aparecía Robert Conrad y en la segunda el rubio Troy Donahue. Este fue famoso pocas temporadas porque se eclipsó rápidamente, en realidad como actor era muy mediocre y dejaba mucho que desear.
Robert Conrad había trabajado en España con Pepa Flores, Marisol, en La nueva cenicienta y más adelante triunfó con la serie Jim West.
En el reparto nos encontramos también a Ty Hardin, en aquella época famosísimopor una serie del Oeste llamada Bronco que daban los domingos por la tarde. Un actor que para las chicas era el no va más, el más guapo de los guapos. Su carrera como actor fue grisácea porque le faltaban expresividad, pero visualmente era muy atractivo.
Hardin vivió varias temporadas en España, hablaba un correcto castellano con acento texano y rodó algunas cintas en nuestro suelo como La batalla de las Ardenas, Pampa salvaje y La última aventura. Al regresar a los Estados Unidos se instaló en Arizona y creó un grupo antisemita y ultraderechista llamado “Los Patriotas de Arizona”, erigiéndose como su principal líder. Cuando se vio acosado por las autoridades Hardin creó el “Manual del Patriota” y editó publicaciones con artículos de inspiración nazi.
En los años 80 el FBI terminó desbaratando el grupo. A partir de ese momento Ty Hardin decidió dedicar su vida a su faceta de predicador. En otras palabras era toda una joya. En el reparto de Buscando millonario nos encontramos también a Jerry VanDyke, hermano de Dick Van Dyke, que no fue tan famoso como éste, y la cantante Connie Stevens, Stefanie Powers que me gustaba más y Zeme North que tuvo muy mala fortuna eclipsándose poco después.

Nos encontramos pues ante una película obsoleta, en aquella época de la tele en blanco y negro las abuelitas de hoy podían ver los amados rostros de sus particulares ídolos a todo color, pantalla gigante y scope. En la actualidad este particular atractivo ha dejado de existir y queda desnuda una película mediocre con actores ya pasados de moda y que poco interés pueden despertar salvo la nostalgia de las supervivientes de aquella época.
La pareja Jerry Van Dyke y Zeme North es tal vez lo más atractivo de la velada, ambos tienen su gracia, pero el resto del material se ve francamente obsoleto. Unos muchachos y unas muchachas viajan a Palm Spring unos días de vacaciones, se conocen, se enamoran y etcétera etcétera. Todo es muy previsible, el veterano Norman Taurog nunca fue bueno y su carrera es asimismo grisácea.
Técnicamente es también obsoleta, esas escenas de playa recreadas en estudio dan auténtica grima. Así nos encontramos ante un festival de malos actores donde destacan además los más veteranos como Jack Weston que le dan cierta altura a un conjunto deslavazado.
Lejos de las motivaciones nostálgicas nada aporta y como espectáculo se queda en una rareza anticuada.

Salvador Sáinz