QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA (1974)


QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCIA. Título original: Bring Me the Head of Alfredo Garcia. Año: 1974. País: Estados Unidos. Director: Sam Peckinpah. Reparto: Warren Oates (Bennie), Isela Vega (Elita), Robert Webber (Sappensly), Gig Young (Quill), Helmut Dantine (Max), Emilio Fernández (El Jefe), Kris Kristofferson (Biker), Chano Urueta (Manchot, el camarero), Donnie Fritts (John), Jorge Russek (Cueto), Chalo González (Chalo), Don Levy (Frank), Enrique Lucero (Esteban), Janine Maldonado (Theresa), Tamara Garina (abuela Moreno). Guión: Gordon Dawson, Sam Peckinpah. Música: Jerry Fielding. Fotografía: Alex Phillips. Coproducción EEUU-México; United Artists / Estudios Churubusco Azteca S.A. / Optimus Films. Duración: 112 minutos.Acción. Aventuras. Thriller. Romance | Crimen. Road Movie. Película de culto

Hablar de una película de Sam Peckinpah es hablar forzosamente de una película de culto. Es hablar de Cine con mayúsculas y garantía de encontrarnos ante un gran peliculón que ha hecho historia aunque este Quiero la cabeza de Alfredo García sea un filme menor para muchos. Un filme menor no por los defectillos que pueda tener sino porque las obras que le precedieron brillaban a una altura extraordinaria.
Quiero la cabeza de Alfredo García no es tan espectacular como La huída o Grupo Salvaje, pero conserva toda su personalidad. Esa visión del desarraigo, de mostrar una sociedad basada en la violencia en la que todo obedece al poder económico, en este caso a un cacique mexicano interpretado por Emilio Fernández, un ser al mismo tiempo todopoderoso y miserable que organiza la captura humana del seductor de su hija a la que ha dejado embarazada.
Personajes atípicos, marginales, como esos dos matones gays que interpretan Gig Young  y Robert Webber, dos viejas glorias de Hollywood en horas bajas, una tendencia de ciertos cineastas en recuperar rostros del ayer como Quentin Tarantino.
Peckimpah muestra una sociedad violenta, en otros títulos los mismos Estados Unidos, en otros como Grupo salvaje el vecino México, presente en varias de sus cintas.
Violencia creada por un poder corrupto, déspotas sin entrañas, carentes de sentimientos y obsesionados en destruir las vidas ajenas.
Los personajes centrales son dos seres marginales, Bennie (uno de los raros roles protagonistas de Warren Oates) y su amante Elita (la fogosa Isela Vega, todo un hallazgo). Dos seres que no tienen cabida en la sociedad en la que viven, que son manipulados por unos y otros.
Peckinpah nos muestra un mundo dominado por auténticos criminales que viven precisamente de hacer daño al prójimo, seres letales bien organizados. La única solución que el director encuentra es la violencia. La única forma de deshacerse de ella. Es como si fuera consustancial a la raza humana, como si fuera imposible desprenderse de ella.
Puede que sí, sea cierto que es una obra menor. Peckinpah fue perdiendo fuelle en sus últimos años, era como un tren que se movía por la ley de la inercia. Un cineasta que no encajaba en el hipócrita Hollywood mercantilista. Pero ese espíritu de rebeldía era precisamente la esencia de su personalidad. Es lo que le definió ante nuestros ojos cinéfilos siempre en pos de un cine auténtico, un cine que no haya sido manipulado por la industria en la que se escondan verdaderos autores que nos ofrezcan una visión personal no sólo del cine sino del mundo que vivimos.
Peckinpah fue único, el poeta del declive y del desarraigo, de la muerte de una sociedad arrastrada por la historia, el capitalismo salvaje y destructor, un mundo en el que sólo cuenta los beneficios económicos por encima de las personas y en el que una minoría cerril y egoísta acaparra todos los recursos mientras que el resto de la humanidad se revuelca en la miseria.   Un mundo injusto, salvaje y violento al que unos no menos salvajes marginados acabarán por plantar cara aunque sea a riesgo de sus vidas.
Bella película como bello es todo el cine de Sam Peckinpah.

Salvador Sáinz