EL FESTIN DE BABETTE (1987)


EL FESTIN DE BABETTE. Título original: Babettes gæstebud (AKA Babette's Feast). Año: 1987. País: Dinamarca. Director: Gabriel Axel. Reparto: Stéphane Audran (Babette Hersant), Bodil Kjer (Filippa), Birgitte Federspiel (Martine), Jarl Kulle (Gen. Lorens Löwenhielm), Jean-Philippe Lafont (Achille Papin), Bibi Andersson (Svensk hofdame), Ghita Nørby (Narrator), Asta Esper Hagen Andersen (Anna), Thomas Antoni (Svensk Lieutenant), Gert Bastian (Poor Man), Viggo Bentzon (Fisherman in Rowboat), Vibeke Hastrup (Young Martine), Therese Hojgaard Christensen (Martha), Pouel Kern (The Minister), Cay Kristiansen (Poul). Guión: Gabriel Axel (Cuento: Isak Dinesen). Música: Per Norgard. Fotografía: Henning Kristiansen. Nordisk Films / Panorama Film International / DFI. Duración: 102 minutos. Drama. Comedia | Siglo XIX. Cocina. Religión. Vida rural.


1987: Oscar: Mejor película extranjera
1988: BAFTA: Mejor película en habla no inglesa.

Para conmemorar el 25 aniversario se ha reeditado con todos los honores este popular filme danés, El festín de Babette, que en su día obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera, siendo el primero obtenido por su país.
Dinamarca lleva produciendo películas desde 1897. Algunos de los directores de cine danés más importantes son Benjamin Christensen, Carl Theodor Dreyer, Erik Balling, Gabriel Axel, Bille August, Lars von Trier, Nicolas Winding Refn, Thomas Vinterberg, Anders Thomas Jensen y Susanne Bier. Históricamente los films daneses se han caracterizado por sus temáticas realistas, morales y religiosas, así como por su franqueza sexual e innovación técnica. Gabriel Axel (Aarhus, 18 de abril de 1918 – 9 de febrero de 2014) fue un director de cine, actor, guionista y productor de cine danés, especialmente conocido en España por El festín de Babette.

La película muestra con total minuciosidad un mundo cerril, muy hermético, con graves prejuicios religiosos. Es el equivalente danés a esa España profunda y esperpéntica de la que tanto renegamos, mientras de las países escandinavos tenemos una imagen de país licencioso que no se corresponde con la realidad. La tradición siempre ha pesado mucho en esos lares, una sociedad dominada por la religión.
Dinamarca es un estado confesional, su religión oficial es el cristianismo de tipo protestante-luterano. El monarca (actualmente la reina Margarita II) es la máxima autoridad de la iglesia estatal cuya nombre oficial es Iglesia del Pueblo Danés. Con todo debemos tener en cuenta de que no estamos ante una cultura tan visceral como la mediterránea, su economía siempre ha funcionado mejor que la de los países del sur de Europa. El norte es próspero, pero el sur no. Eso está clarísimo.
El discurso de la película se centra en la descripción de una pequeña población pesquera. Dos hermanas jóvenes y hermosas que pierden las oportunidades de ser felices por causa de la cerrajón moral e intelectual de su patriarca, un pastor luterano de mente estrecha.
Una sociedad que permanece hermética, encerrada en su mundo interior hasta que se produce la llegada de un elemento catalizador. Una mujer francesa, Babette (Stephan Audran), de cuyo pasado apenas conocemos anda salvo que en una Revolución parisina perdió a su marido e hijos, actualmente está sola y recomendada por uno de los frustrados novios de las hermanas es acogida por estas.
Ese elemento será catalizador para la evolución de la sociedad en la que se ha integrado. En caso de haber sido rodada en España una historia similar, hubiera dado pie a un demoledor análisis de lo atrasada que está nuestra sociedad. Pero en un caso danés similar no ocurre lo mismo.
Toda crítica está basada en el respeto. La sociedad vive estancada en su mundo, pero es una sociedad civilizada. Los países del norte son mucho más racionales que los del sur, todo es visto desde un punto de vista más filosófico.
Las novedades que ocasiona la entrada de un elemento catalizador, es decir una mujer francesa no es objeto de un sonado escándalo sino de una inquietante perturbación. Las nuevas costumbres no producen irritación sino extrañeza y tras conocerlas son aceptadas sin complejo alguno.
La sociedad danesa reflejada es hermética pero también templada. La población jamás pierde la sangre fría.
La película sabe reflejar a la perfección la atmósfera de u mundo cerrado, unidimensional pero respetuoso. Nos encontramos ante una obra verdaderamente deliciosa que obtuvo un Oscar a la mejor película extranjera, así como muy buena acogida en las salas especiales y en los cine clubs mundiales.

Salvador Sáinz