EL EXORCISTA (1973)

EL EXORCISTA. Título original: The Exorcist. Año: 1973. País: Estados Unidos. Director: William Friedkin. Reparto: Ellen Burstyn (Chris MacNeil), Max Von Sydow (Padre Lankester Merrin), Jason Miller (Padre Damien Karras), Lee J. Cobb (Detective William Kinderman), Linda Blair (Regan MacNeil), Kitty Winn (Sharon), Jack MacGowran (Burke Dennings), William O'Malley (Padre Dyer), Vasiliki Maliaros (Madre del padre Karras), Gina Petrushka (Willi), Mercedes McCambridge (Pazuzu), Ron Faber (Chuck), Robert Symonds (Dr. Taney). Guión: William Peter Blatty (Novela: William Peter Blatty). Música: Jack Nitzsche. Fotografía: Owen Roizman. Warner Bros. Pictures. Duración: 121 minutos. Terror. Posesiones/Exorcismos. Religión. Sobrenatural. Película de culto

El exorcista es lo que podríamos denominar película de culto. Fue tal su impacto que fue copiada hasta la saciedad y tuvo sus propias secuelas y parodias: En 1977 se estrenó Exorcista II: El Hereje bajo la dirección de John Boorman. Richard Burton encarnó al padre Lamont, arruinada por un confuso guión; en 1990 apareció El Exorcista III, dirigido por el escritor William Peter Blatty, basándose esta vez en su novela Legión.

En este año apareció Reposeída (1990), una parodia con Linda Blair y Lesie Nielsen con un humor alocado pero sin éxito. En 2004 se estrenó Exorcista: El Comienzo, precuela dirigida por Renny Harlin. La trama se situó en África y abordó el primer encuentro que tuvo el padre Merrin con el mal tras descubrir los restos de una iglesia bizantina en Kenia.

Y no hablemos de las malas imitaciones surgidas por doquier como El anticristo (1974) de Alberto De Martino o The Exorcist: Italian Style (1975) protagonizada por el cómico siciliano Ciccio Ingrassia, O Exorcismo Negro (1974) del brasileño José Mojica Marins con su Zé do Caixao. En fín, el Diablo siempre fue un buen negocio. En Cataluña se representan Els Pastorets en fechas navideñas en la que representa el personaje negativo que siempre es derrotado de la forma más tonta.

Según el cristianismo, el Diablo es un ser sobrenatural maligno, y tentador de los hombres; en el Nuevo Testamento se identifica a este ser con el Satán hebreo del Libro de Job (1:6-8), con el Diablo del Evangelio de Mateo (4:8-10), con la serpiente del Génesis (3:1-5) y con el gran dragón del Apocalipsis (12:9), todos como un solo personaje.

En el Nuevo Testamento se explica el origen del Diablo como uno de los ángeles de Yahvé que se hizo malvado (Juan 8:44). Se infiere que es una criatura espiritual de la familia Angélica de Yahvé Dios (Job 1:6). Según manuscritos antiguos (como la Biblia Vulgata Latina de San Jerónimo), el nombre real de él en el cielo era Lucifer y se le cambió el nombre a Satán (adversario) por estar en contra de Dios, a causa del deseo por la adoración que todas las criaturas inteligentes rendían al Creador (Mateo 4:9).

Los diablos pueden ser masculinos o íncubos o femeninos, súcubos, aunque teóricamente al ser espíritus no tienen envoltura carnal y por lo tanto serían asexuados. De todas formas, en realidad no son más que seres de ficción que se utilizan para crear un enemigo a las religiones monoteístas al que se culpa de todos los males habidos y por haber, aunque para justificar al Mal en este planeta no es necesario recurrir a ese ser fantástico sino que las causas habría que buscarlas en la propia humanidad.


William Peter Blatty (n. el 7 de enero de 1928 en Nueva York) es un escritor estadounidense. Autor de la novela El exorcista y del posterior guion cinematográfico de la película del mismo nombre, ganador de un Óscar al mejor guion adaptado en 1973. Curiosamente es autor de guiones cómicos principalmente que poco tienen que ver con el género de terror: Solo contra el hampa (de Frank Tashlin, 1963), El nuevo caso del inspector Clouseau (de Blake Edwards, 1964), protagonizada por Peter Sellers, Un yanki en el harén (de J. Lee Thompson, 1965), Prométele cualquier cosa (de Arthur Hiller, 1965), ¿Qué hiciste en la guerra, papi? (de Blake Edwards, 1966), Gunn (de Blake Edwards, 1967), Ojos verdes, rubia y peligrosa (de Hy Averback, 1969), Darling Lili (de Blake Edwards, 1970).

El exorcista está basado en presuntos hechos reales, una chica de Maryland (U.S.A.) presuntamente poseída por el Diablo, imaginamos que el propio Lucifer, porque los diablos son miles, y que se libró de la posesión gracias a un exorcista de la Iglesia Católica. William Peter Blatty obtuvo un importante éxito editorial y por consiguiente Hollywood vio posibilidades de negocio y tras barajas diversas posibilidades, como el propio Stanley Kubrick, se recurrió a un director menos conflictivo como William Friedkin que entonces estaba en la cresta de la ola por su triunfo en French Connection, contra el imperio de la droga (1971) que se redondeó con el título que nos ocupa y que curiosamente no se repitió nunca más. La carrera posterior de Friedkin es gris y ha pasado completamente desapercibida.

Cuando se estrenó la película los listillos de siempre usaron cualquier argumento para atacarla o para defenderla. Por ejemplo, unos izquierdistas de la época dijeron que El exorcista era una maniobra de las multinacionales para hacernos creer en Dios porque al admitir a existencia de Diablo se admite la de su opositor. En fin, comentarios ridículos que nadie se toma ya en serio. El cine es industria, es negocio, y a la productora Warner Bros, con propietarios judíos poco les interesaba la Iglesia Católica como institución sino llenar salas, recaudar dinero de todo el mundo y enriquecerse lo máximo posible.

El exorcista es eso, una película de terror que pretende asustar al público, explotar su masoquismo ya que una película de terror bien hecha te da miedo pero mal hecha provoca la carcajada. Es un género en el que siempre estamos a un paso del ridículo más espantoso.

En este caso William Friedkin se lució, triunfó contando con los oportunos medios económicos y una impresionante campaña publicitaria repleta de leyendas urbanas como la muerte extraña del actor Jack MacGowran (el profesor Ambrosius de El baile de los vampiros) que desaparece en la película como por arte de magia en una secuencia carente de lógica.

El papel de la chica poseída recayó en Linda Blair (con la voz de Mercedes McCambridge, la mala de Johnny Guitar, cuando estáposeída, y la actriz Mimí Muñoz en la versión española) que se convirtió en todo un icono pero que tuvo una carrera poco interesante. Max Von Sydow encarnó al famoso Padre Merrin, actor sueco ya popular en la filmografía de Ingmar Bergman que se había traslado a Hollywood para hacer fortuna.

El exorcista está considerada una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. Está perfectamente construida y pese a lo descabellada de la trama es completamente creíble. Cuando hablo de credibilidad no me refiero a que creamos en lo que cuenta sino que el director ha realizado con total seriedad la película y la gente llega a entrar en la trama, pasando verdadero pavor, y convirtiendo sus frases diabólicas en recursos recurrentes repetidas hasta la saciedad.

Los personajes están bien construidos, el policía cinéfilo Lee J. Cobb hablando de películas imaginarias que nadie quiere ver, es todo un poema. Linda Blair centra todo el interés con sus contorsiones, crea la imagen de su ser desvalido atenazada por una fuerza desconocida. La madre (Ellen Burstyn, ganadora de un Oscar por Alicia no vive aquí) es una actriz de prestigio, agnóstica y nada creyente en lo sobrenatural. El sacerdote joven, Karras (Jason Miller) tiene sus dudas. Es un inmigrante griego al que amenazan con la deportación si no colabora con la policía. El misterio siempre está bien conseguida y por eso la película triunfó convirtiéndose en un fenómeno de masas.

Para hacer creíble una película de terror, basada en la intromisión de un elemento imaginario en un entorno real, éste debe de ser convincente. Es un entorno que el público acepte y se identifique con él, razón por la cual sufre cuando está en peligro.

Bien concebida la trama, Friedkin dio en la diana y creó una película de culto de cuyas rentas vivió y vive el resto de su vida.

Salvador Sáinz