No es la primera vez que un film bélico es contado en clave de comedia, recordemos los gloriosos casos de Armas al hombro con Charlie Chaplin y Reclutas con Buster Keaton. Un acontecimiento tan trágico como es la guerra no tiene ningún aspecto risible pero Edwards sabe buscarle el lado amable del argumento inspirándose en la invasión de las tropas estadounidenses en Sicilia siendo acogidos con vítores y bandas de música, pese a que anteriormente Italia había pertenecido al eje fascista y adorado al temible duce Benito Mussolini.
Edwards, en su mejor momento creativo, sabe sacar partido de la situación, unos americanos se topan con unos itaianos que, según los tópicos gringos, son unos seres que siempre ríen y siempre tienen ganas de juerga, baile y buen vino.
El reparto se adorna con algunos actores italianos que naturalmente hablan en inglés. Giovanna Ralli da la nota sensua, una espectacular belleza del país trasalpino, muy en la linea de las célebres maggioratas que la península Itálica hizo triunfar alrededor de mundo.
Pero no os engañemos, el filme es muy hollywoodense, sofisticado, no nos encontramos con el desenfado e inhibición de los Dino Risi. El cine de Blake Edwards es distinto, en aquella época siempre ofrecía películas de gran calidad y era maestro del gag físico.
Así nos encontramos con números de travestis, equívocos, enredos y alguna situación picante. Nos encontramos con una vasta fauna de comunistas que sueñan con viajar a Rusia como héroes de guerra, ladrones que cavan túneles, soldados americanos que pierden sus inhibiciones en medio de un jolgorio italiano y naturalmente los clásicos tópicos estadounidenses sobre los países extranjeros que suelen mostrar de forma extrañísima.
El resultado es una comedia sólida, bien construida, ingeniosa al que el tiempo ha convertido en clásico. Un Blake Edwards de primera.
Salvador Sáinz
