UN AMOR ENTRE DOS MUNDOS (2012)


UN AMOR ENTRE DOS MUNDOS. Título original: Upside down. Año: 2102. Países: Canadá y Francia. Dirección: Juan Solanas. Interpretación: Jim Sturgess (Adam), Kirsten Dunst (Eden), Timothy Spall (Bob Boruchowitz). Guion: Juan Solanas y Santiago Amigorena. Producción: Claude Léger, Dimitri Rassam, Aton Soumache, Jonathan Vanger y Alexis Vonarb. Música: Benoît Charest. Fotografía: Pierre Gill. Montaje: Paul Jutras. Diseño de producción: Alex McDowell. Productoras: Jouror Productions, Onyx Films, Studio 37, Transfilm. Distribuidora: Tripictures. Estreno en España: 5 Abril 2013. Duración: 108 min. Género: Romance, ciencia-ficción.

Una distopía o antiutopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. Se suele presentar en ciertos relatos de ciencia ficción mostrando mundos extremadamente desagradables como improbables en su mayor parte. En Un amor entre dos mundos nos encontramos con dos planetas gemelos que viven a escasos kilómetros de distancia, algo ya de por si inverosímil pero lo importante en este relato no es el hecho en sí sino lo que sugiere.
En estos dos mundos, con dos gravedades distintas, los habitantes del planeta superior se sentirán atraídos hacia su superficie y los del inferior hacia la suya. Los jóvenes que se encuentran en las cúspides de las montañas el mismo día a la misma hora y se inicia una romántica historia de amor con múltiples dificultades.
Dificultades de tipo técnico (porque los cuerpos son atraídos por gravedades opuestas por lo que no pueden coexistir en un mismo espacio) pero también social, porque naturalmente ambos mundos no se podrán ver y estarán enemistados.
Las imágenes son extremadamente curiosas. Un salón de baile con una orquesta que toca tangos argentinos (el director Juan Solanas es por cierto procedente del País de la Pampa y del tango) mientras unas parejas bailan en el suelo y otras en el techo. La extraña oficina de Intermundo con oficinas en idéntica situación.
El punto de arranque es como mínimo fascinante aunque la película por extraña e insólita no acaba de triunfar, tal vez por ser demasiado arriesgada para los adocenados públicos actuales. De ahí nuestro interés y simpatía por esta coproducción francocanadiense que nos retrae a la ciencia ficción social de Lemmy contra Alphaville y Fahrenheit 451.
La historia de amor en sí resulta algo ñoña, le falta pasión y fuerza pero no por ello deja de verse con simpatía. Kirsten Dunst gusta de colaborar con proyectos arriesgados e interesantes por lo que siempre su presencia nos resulta grata.
El argumento podría haber dado más de sí, pero es evidente de que estas imágenes las volveremos a ver en otros títulos tarde o temprano. Las nuevas tecnologías nos permiten recrear estos mundos tan extraños como imposibles a la perfección y resultan visualmente vistosas. El cine de Hollywood es alérgico a la originalidad, pero una vez abierta la veda de un tema lo explotan hasta la saciedad.
La parte visual de esta película insólita es sin duda lo mejor. Ese mundo extraño en que el cielo está ocupado por otro mundo cabeza abajo, esa metáfora de dos planetas que viven el uno a espaldas del otro con barreras artificiales como en el nuestro lo son las razas, las nacionalidades, las clases sociales, el género, el idioma o la orientación sexual por no hablar de la religión. Una metonimia muy bien conseguida apoyada en imágenes fascinantes.

Salvador Sáinz