Love, cuarto largometraje del realizador francoargentino Gaspar Noé, ha generado mucha polémica y mucha expectación a su paso debido a la supuesta crudeza de sus escenas eróticas que son reales y no simuadas como suelen ser en cintas comerciales que pretendan llegar a las salas.
El tema no es nuevo, ahí está Larry Clark y su Ken Park, el Calígula de Tinto Brassi, el Shortbus de John Cameron Mitchell para demostrarlo. Películas con argumento, con una historia y escenas realizadas por actores de verdad y no con los profesionales del cine pornográfico que nada tienen que ver con estos títulos.
Realizar escenas de sexo delante de las cámaras supone un gran esfuerzo para los actores implicados, mucha incomodidad, y muchas veces estas escenas suelen ser nocivas para su futura carrera. Es muy arriesgado para los profesionales que se deciden pues a experimentar este campo que, por cierto, es ta digno como cualquier otro.
Ya no estamos en el boom del cine erótico como en los años setenta en que cualquier cinta abarrotaba las salas. Una cinta de esta categoría supone prohibiciones o su enclaustramiento en salas de pequeño aforo, la perdida del público adolescente e infantil, sus pases en televisión pueden verse mermados. Ya no estamos en tiempos de la censura moral sino de la económica que es mucho más hipócrita.No te prohiben la película pero la asfixian económicamente.
Love no es en absoluto una cinta porno al uso, aunque contenga escenas explícitas. Es una bella reflexión sobre el amor, un amor pasado, que se perdió por un desdichado infortunio. Las escenas aludidas no son gratuitas, son elegantes y realizadas con un gusto exquisito.
Tal vez sea una cinta lenta en su desarrollo, pero no estamos ante una cinta de acción sino ante un drama íntimo. Una pareja que tiene un hijo, se ve atormentada por los recuerdos de la anterior y trágica relación del marido, un cineasta a quien por cierto no vemos rodar y su única referencia es que idolatra 2001 una odisea del espacio.
Las escenas -rodadas en 3D- impresionan por su belleza, su sensibilidad y su buen hacer. Un estilo de cine onírico, ese tipo de cine que uno cree haber soñado. Vemos escenas de la nueva relación, de la anterior y algunas infidelidades. Errores de las personas implicadas, la adición a la destructiva cocaína.
Amores que se rompen y se recomponen. Todo narrado en largos planos secuencia. El savoir faire de Noé se impone sin ningún esfuerzo.
La polémica se ha desatado por el neopuritanismo que vivimos en tiempos presentes, donde no se desea comprender esos desahogos eróticos que son condenados a causa de mentalidades arcaicas y vanas.
Love es un buen film, aspirante a clásico del género, y un regalo para los sentidos.
Salvador Sáinz
