MEDIANOCHE EN PARIS (2011)

Hay películas buenas y malas de Woody Allen, esta es de las mejores. Un canto a la inteligencia y un emocionado recuerdo del París bohemio de la Belle Epoque, del cancan, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Scott Fitzgerald.
Tras su fiasco barcelonés al bueno de Allen ya le daban por enterrado pero afortunadamente la realidad es muy distinta.
Pasemos una Medianoche en París y disfrutemos del esplendor de la Ciudad Luz.


Midnight in Paris. Dirección y guion: Woody Allen. Países: España y USA. Año: 2011. Duración: 94 min. Género: Comedia romántica, fantástico. Interpretación: Owen Wilson (Gil), Marion Cotillard (Adriana), Rachel McAdams (Inez), Kathy Bates (Gert), Michael Sheen (Paul), Adrien Brody (Salvador Dalí), Nina Arianda (Carol), Mimi Kennedy (Wendy), Kurt Fuller (John), Carla Bruni (guía del museo), Léa Seydoux (Gabrielle), Yves Heck (Cole Porter), Alison Pill (Zelda Fitzgerald), Corey Stoll (Ernest Hemingway), Tom Hiddleston (F. Scott Fitzgerald), Sonia Rolland (Joséphine Baker), Daniel Lundh (Juan Belmonte), Laurent Spielvogel (Antiques Dealer), Thérèse Bourou-Rubinsztein (Alice B. Toklas), Adrien de Van (Luis Buñuel), Vincent Menjou Cortes (Henri de Toulouse-Lautrec), Olivier Rabourdin (Paul Gauguin), François Rostain (Edgar Degas). Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Jaume Roures. Fotografía: Darius Khondji. Montaje: Alisa Lepselter. Dirección artística: Anne Seibel. Vestuario: Sonia Grance. Distribuidora: Alta Classics. Estreno en USA: 20 Mayo 2011. Estreno en España: 13 Mayo 2011.

Cuando vi Vicky Cristina Barcelona me llevé una gran decepción, un Woody Allen desganado y triste con un proyecto cuyo único objetivo era exhibir la ciudad condal por intereses de los políticos locales emperrados en una campaña de imagen absurda. Allen salió trasquilado de aquella experiencia y al conocer el proyecto de Midnight in Paris me temí lo peor, que se iba a repetir el decadente espectáculo.
Afortunadamente no es así, me he encontrado con una auténtica obra maestra del gran creador neoyorquino y un canto de amor a una ciudad luz que no necesita campañas de imagen. Una ciudad que ha dado cobijo a talentos de todo el mundo y que ha inspirado muchas comedias hollywoodenses. Los grandes actores de la comedia tarde o temprano han pasado por sus calles, desde Dick Van Dyke en El arte de amar, Jerry Lewis en Boeing Boeing, Buster Keaton en El rey de los Campos Eliseos (uno de sus mejores films sonoros), por no hablar de musicales como Can Can (Walter Lang), Gigi y Un americano en París (Vincente Minnelli), o el maravilloso Moulin Rouge de John Huston, y varios Lubitsch americanos o Billy Wilder que nos han cantado las excelencias de esa gran ciudad protectora del arte y la inteligencia.
En Barcelona es imposible rodar una película como la que nos ocupa porque para un catalán, español o de cualquier nacionalidad, el triunfo es algo que se consigue haciendo las maletas y largándose con viento fresco a otros lares más acogedores. Aquí está la diferencia entre una ciudad inquieta, innovadora, soñadora, mágica y esa otra en la que sólo se piensa en el vil metal y el inmediato rendimiento económico.
¿Quien no se enamoraría de la mirada dulce de Marion Cotillard? Yo lo hice en Nine, sólo tenía ojos para ella. En Midnight in Paris (hablo de esa película en este blog por dos razones: coproducción española y referencias a figuras españolas como Luis Buñuel, Picasso y Salvador Dalí) se convierte en un elemento catalizador, Owen Wilson se queda prendado de ella y decide cambiar de vida. A Wilson le vimos en Noche en el museo haciendo de cowboy en miniatura, aquí asume un papel similar a los del juvenil Woody Allen que por razones de edad se ha apartado de la actuación, aunque este actor tiene ya una personalidad propia.
Allen contrapone el mundo del que procede, la mercantilista Estados Unidos, en la que Gil (Owen Wilson), es un escritor que se ha prostituido trabajando en estúpidos guiones hollywoodenses y que está a punto de casarse con una rubia materialista y sin personalidad. Paseando por las callejuelas del casco antiguo de la ciudad luz, cuando suenan las doce campanadas, un coche antiguo se para delante de él y le invita a entrar viviendo desde entonces una aventura mágica, un viaje al pasado con los grandes intelectuales de los años veinte como Dalí, Picasso, F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, y la dulce mirada de una joven (Marion Cotillard), un amor imposible porque vive en otra época, y que además sueña con otro viaje a un pasado más remoto.
Frente a ese mundo mágico que nuestro protagonista ha descubierto está el presente con esos turistas adinerados, conformistas, que en mi juventud llamábamos "aburguesados", que estando en París no se les ocurre otra cosa que ir al cine a ver una insulsa película americana en la que se divirtieron a pesar de su idiotez. Esos personajes son lo que podríamos denominar el sistema, seres internacionales, estadounidenses en la película de Allen pero que podrían ser españoles o ingleses. Seres que me recuerdan a todos esos buitres que caen sobre mí cuando intento levantar cualquier proyecto cinematográfico o literario.
En cierto modo me he sentido reflejado en el personaje protagonista de esta historia porque sus vivencias me recuerdan a las mías años atrás. Sólo que no tuve la suerte de conocer París y sí la mercantilista Barcelona.
Aparte de lo dicho he encontrado muchos puntos positivos en la elegante realización de Allen, una elegancia que en el cine reciente parece haberse olvidado. Me ha interesado la reflexión sobre un hecho importante: "la nostalgia es la negación del presente". Algunos personajes que aparecen viven con la sensación de que el ayer es mejor, el hoy es mediocre y tratan de escapar viajando por el tiempo en vez de construir una nueva Edad de Oro en el presente.
Es decir que se refugia en añorar tiempos pasados pero se acepta de forma conformista la mediocridad en la que se vive sin darse cuenta de que podemos elegir el presente que nos interese y no el que nos imponen.
La utopía está por construir, no es cosa del ayer. Vivimos en el presente momentos apasionantes como la revuelta de los "indignados", pero muchos no se dan cuenta. En nuestras manos está el construir un mundo mejor y mejorar nuestra vida, nunca nos debemos resignar sino enfrentarnos a nuestra realidad para superarla.
Con Midnight in Paris el mejor Allen ha resucitado, libre de insulsos compromisos, y nos ofrece en plena madurez una de sus obras más lúcidas e inteligentes.

Salvador Sáinz