LOS ÁNGELES PERDIDOS (1948)

Yo me había olvidado de que hubiera visto Los ángeles perdidos hasta que he comenzado a visionar sus imágenes que me resultaban familiares. La había visto cuando era muy niño y de eso hará muchísimos años, allá por los cincuenta, y me acordaba de casi todo. Nos encontramos ante una de estas películas que te calan hondo y que se quedan grabadas en el subconsciente.
Ha terminado la Segunda Guerra Mundial y Europa ha quedado devastada. Es hora de la reconstrucción. Miles de niños han quedado desplazados, separados de sus padres, muchos murieron en la guerra, en los campos de concentración o asesinados. Conocemos la historia de Karel, un niño de la actual República Checa que pertenece a una familia de músicos, intelectuales, gente civilizada que no hace daño a nadie pero ya se sabe que en este mundo pensar es un delito.
Así que la familia es separada y el pobre Karel se queda sólo con su mirada desvalida incapaz de comprender lo que ocurre a su alrededor. No más empezar la película nos encontramos a los niños y niñas hacinados en un camión, todos llenos de pavor, desconfiando de todo el mundo, encontrándose con una gente que hablan idiomas que desconocen. Se asustan, dos de ellos huyen y uno se ahoga en el río. Karel sobrevive y deambula sin rumbo fijo hasta encontrarse a un buen hombre que le ofrece su amistad.
El relato es sobrecogedor. Es la historia de gente que ha sufrido por culpa de intereses que no son los suyos, que desconocen los motivos por los cuales viven un amargo destino.
Los ángeles perdidos trata de gente que ha tocado fondo, que lucha para rehacer su existencia, de madres que buscan a sus hijos perdidos por los campos de concentración, de criaturas que llevan un número tatuado en un brazo para el resto de sus vidas. Niños de miradas tristes, con ropa desgarrada, atormentados por amargos recuerdos.
Son las consecuencias de los héroes de pacotilla, de los grandes padres de la patria que un mal día sueñan con convertirse en los amos del mundo y que invaden naciones para pisotear a gentes inocentes que nada les han hecho, que no les han ofendido y que sólo aspiran a vivir en paz. La ambición desmedida de unos pocos, de una élite indigna, ha llevado a la miseria y a la soledad de millones de seres cuyo único pecado ha sido haber nacido en la época y el lugar equivocado.
Excelente película de Fred Zinnemann, autor de Sólo ante el peligro y De aquí a la eternidad. Espléndidos los actores.

Salvador Sáinz