BLADE RUNNER (1982)


BLADE RUNNER. Título original: Blade Runner. Año: 1982. País: Estados Unidos, Hong Kong. Dirección: Ridley Scott. Reparto: Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young, Edward James Olmos, M. Emmet Walsh, Daryl Hannah, William Sanderson, Brion James, Joe Turkel, Joanna Cassidy, James Hong, Morgan Paull, Kevin Thompson, John Edward Allen, Hy Pyke, Kimiko Hiroshige, Bob Okazaki, Carolyn DeMirjian, Ben Astar. Guión: Hampton Fancher, David Webb Peoples. Novela: Philip K. Dick. Música: Vangelis. Fotografía: Jordan Cronenweth. Productora: Shaw Brothers, Ladd Company, The, Run Run Shaw. Duración: 117 min. Presupuesto: 28.000.000,00$ Género: Thriller, Acción, Ciencia ficción

El montaje final (The Final Cut) de 2007 y 2008. Coincidiendo con el vigésimoquinto aniversario, se restauró, se editó en DVD y Blu-Ray y se proyectó en cines.

Blader Runner bebe de las fuentes de Philip K. Dick pero también de las utopías dantescas de George Orwell. Un futuro repleto de contradicciones. Por ejemplo conocemos una cultura sofisticada capaz de crear replicantes pero no algo tan útil como un móvil. Así en este hipotético 2019 se utilizan teléfonos de pared con hilos todavía. Al igual que Infiltrado (Gary Fleder, 2002) basada en su relato Impostor de 1953, nos encontramos con un futuro en que se crean seres artificiales perfectos imposible distinguirlos de los humanos.
Un mundo que es capaz de crear unos androides perfectos pero con obsolescencia programada, algo muy habitual en nuestra sociedad de consumo en que se crean falsas necesidades para comprar objetos que a veces no necesitamos y que al cabo de cierto tiempo se estropean misteriosamente gracias a unos chips programados para tal fin. Véase el documental Comprar, tirar, comprar de Cosima Dannoritzer que trata precisamente de este tema.
Blade Runner muestra un mundo apocalíptico, mísero, sórdido con lluvia, luces de neón, edificios desvencijados. Un policía debe acabar con unos replicantes rebeldes, seres artificiales creados para servir de esclavos en  las colonias del espacio exterior. Unos androides perfectos, que incluso tienen sentimientos, pero que saben que han sido programados para vivir una vida corta con falsos recuerdos. Su muerte está programada y no la aceptan. El personaje del policía, muy americano, es ambiguo porque al principio les persigue pero acaba por huir con una replicante femenina de la que se enamora.
A pesar de los 30 años transcurridos, la película de Ridley Scott sigue seduciendo por la fuerza de sus imágenes. Era una época en que los efectos especiales habían avanzado espectacularmente pero se utilizaban como soporte de un guión y no se escribía el guión como soporte de los mismos efectos que se han erigido en protagonistas de historias que no tienen nada de contar.
Los actores están perfectos en sus papeles. Algunos no brillaron demasiado en sus carreras posteriores como Sean Young, pero están además Rutger Hauer y Daryl Hannah que están soberbios en sus respectivos personajes de replicantes rebeldes.
Scott sabe crear una atmósfera densa, represiva, un mundo carente de futuro que evoluciona de forma desorientada como en realidad es el mundo actual. Pero visualmente, Blade Runner nos presenta un futuro típicamente de ciencia ficción. Un mundo poco real, que es una fantasía, o mejor dicho una pesadilla. Un mundo carente de humanidad, cruel y egoísta. Un mundo sin sentimientos donde las órdenes se obedecen sin ponerlas en cuestión. Un mundo alejado de los sofisticados decorados hollywoodenses con grandes avances técnicos. En Blade Runner ni siquiera tienen televisión de plasma sino de tubo, como las de antes. Edificios con ascensores desvencijados o escaleras mugrientas. Apartamentos cochambrosos, sucios, desordenados.
Un mundo masificado con gentes diversas, de todas las razas, que van disfrazados por las calles como si celebraran un carnaval eterno. Un mundo que te cala hondo, que penetra en tu subconsciente y que te resulta difícil olvidar. Ridley Scott se ha  convertido en un maestro del cine, aunque los críticos e historiadores suelen dar esta categoría cuando un profesional ya no está en el mundo de los vivos. Pero está claro que su destino es permanecer en el Olimpo de los grandes directores a pesar de trabajos menores como 1492, la conquista del paraíso.
30 años no ha mermado ni un ápice esta obra maestra de los futuros aterradores que nos aguarda.

Salvador Sáinz