LA BÚSQUEDA (2005)

Uno de los realizadores más interesantes del cine actual es chino y se llama Zhang Yimou.
Por una parte vivimos el auge de las cinematografías orientales que tiempo atrás su presencia se reducía a elementos folcklóricos, rarezas casposas con monstruitos baratos, un cine frikkie. Pero siempre hemos tenido la otra cara de la moneda, el cine creativo, original, sensible, imaginativo de Akira Kurosawa, Yasujirō Ozu y recientemente los Chen Kaige, Ang Lee.
La filmografía de Yimou eclosionó en Occidente con su Sorgo rojo y una serie de películas maravillosas protagonizadas por su musa (y nuestra) Gong Li.
Tras la separación, antes de rodar sus epopeyas de sable, lo menos interesante para mi gusto a pesar de su espectacular éxito taquillero, el cineasta chino nos ofreció una serie de películas maravillosas como Camino a Casa, Ni uno menos, Happy Time y ésta, rodada paradójicamente tras sus dos epopeyas antes mentadas.
La búsqueda es precisamente el retorno de Yimou a su cine más sentimental, más íntimo. El Yimou que nos gusta, el más nuestro.


La búsqueda (2005). Qian li zou dan qi. Año de producción: 2005. País: China, Japón. Dirección: Zhang Yimou. Intérpretes: Ken Takakura, Terajima Shinobu, Nakai Kiichi, Li Jiamin, Qiu Lin, Jiang Wen. Guión: Zhang Yimou, Zou Jingzhi. Música: Guo Wenjing. Fotografía: Kimura Daisaku, Zhao Xiaoding. Distribuye en DVD: Sony. Duración: 107 min.. Público apropiado: Jóvenes. Género: Drama
Extras DVD: Español, cantonés y japonés 5.1. Así se hizo.

 

Tras Hero y La casa de las dagas voladoras, dos películas de gran espectáculo y artes marciales que nos mostraban a un Yimou inédito, más accesible al gran público, pero menos atractivo para el cinéfilo sibarita, nos encontramos de nuevo al cineasta que nos llamó la atención. La búsqueda aporta además un protagonista no chino, sino japonés.
El cambio de protagonista por un extranjero que no entiende la lengua del país, no lo hace por gratuidad sino para construir un discurso sobre el aislamiento, la soledad. La soledad motivada por un egoísmo ciego que emponzoña las relaciones personales, que enturbia la familia, y desune a quienes por lazos de sangre deberían formar una unidad.
El señor Takata viaja por un país sin entender el idioma, valiéndose de una paciente intérprete y de un voluntarioso amigo de ésta. La incomunicación que provoca esta situación refleja las preocupaciones del cineasta por la falta de comunicación.
El mencionado Takata durante años se ha distancia de su propio hijo al que pretende recuperar a puertas de la muerte de éste, por eso viaja a China para cumplir una promesa que el hijo moribundo había realizado a un recluso cantante de ópera.
La película es rica en sugerencias. Sobretodo destaca la utilización de la fotografía, los cuidados encuadres. Cada plano parece una pintura.
Aparte de los indiscutibles valores estéticos tenemos los filosóficos, Takata encuentra amabilidad en el pueblo que visita. Incluyendo a los presidiarios a los que se supone delincuente y peligrosos para la sociedad.
El idioma es una barrera. Una persona que vive en una tierra que utiliza otra lengua acaba por vivir aislado, solitario, y poco sociable por culpa de una cuestión cultural.
Pero la lucha para entenderse en el marco de una cultura extraña provoca que el protagonista recapacite y se dé cuenta de que él no ha sido capaz de comunicarse con su propio hijo en su Japón natal.
Los sucesivos personajes que desfilan por este metraje son todos entrañables. Ese espíritu de comunidad tan cara a la sociedad china y que contrasta con el individualismo de Occidente.
Todo un ejercicio fílmico lírico, donde se resalta la belleza del paisaje pero sobretodo de los seres humanos que lo pueblan. Las imágenes que se suceden son entrañables. Una bella película a la que ya nos tiene acostumbrados el director de Vivir y La joya de Shanghai.

Salvador Sáinz