LA NOCHE AMERICANA (1973)


LA NOCHE AMERICANA. Título original: La nuit américaine. Año 1973. Pais Francia. Director: François Truffaut. Reparto: Jacqueline Bisset, Valentina Cortese, Dani, Alexandra Stewart, Jean-Pierre Aumont, Jean Champion, Jean-Pierre Léaud, François Truffaut, Nike Arrighi, Nathalie Baye, David Markham, Bernard Menez, Xavier Saint-Macary, Jean-François Stévenin. Guión: François Truffaut, Jean-Louis Richard, Suzanne Schiffman. Música: Georges Delerue. Fotografía: Pierre-William Glenn. Co-producción Francia-Italia; Les Films du Carrosse / PECF / Produzione Intercontinentale Cinematografica (PIC). Duración: 115 minutos. Comedia. Drama | Comedia dramática. Cine dentro del cine


1973: Oscar: Mejor película de habla no inglesa
1973: BAFTA: Mejor película
1973: Círculo de críticos de Nueva York: Mejor película


El cine dentro del cine es un recuso muy utilizado en la profesión. Siempre se encuentran buenas historias en un rodaje con una serie de personas muy unidas, que forman una piña y se comportan como si fueran una familia hasta que se acaba el rodaje, se dispersan y tal vez no se vuelvan a ver el resto de sus días.
Truffaut, cinéfilo empedernido, cuenta una historia de un rodaje francés que nada tiene que ver ni con Hollywood ni con el cine español. El cine europeo es un cine de sentimientos, intimista, centrado en problemáticas humanas más que en una acción física.
Al padre cinematográfico de Antonine Doinel muestra a una serie de personajes rodando una película, se trata de un equipo más bien reducido, propio del cine europeo que no cuenta con los medios económicos de sus colegas estadounidenses, por eso en cada miembro del equipo suele dase esa complicidad, esa familiaridad. Empezando por los actores ya maduros de pasado glorioso, trabajaron en Hollywood, y en la actualidad trabajan en producciones modestas europeas. Los actores más jóvenes e inestables. Personas repletas de traumas, seres vulnerables e indefensos. El atrecista ligón. Un directo de cine que sueña con su niñez en blanco y negro, encorbatado y entrajado, acude a una sala de cine por la noche para robar los fotocromos de Ciudadano Kane.  
La cinefilia que en la actualidad se ve algo perdida y que convendría recuperar de gente que ama el cine y que ve en él una forma de vivir, que no sólo se interesa por el espectáculo baldío y las películas de mero entretenimiento. La cinefilia es sentimental, ama el cine de autor como Ingmar Bergman, Zhang Yimou, Akira Kurosawa, John Ford y detesta los filmes planos y rutinarios actualmente de moda.
Se solía decir que amar el cine es amar la vida porque el cine en sí mismo es una forma de vivir. Cada vez sale más gente interesada en rodar, las nuevas cámaras digitales que han abaratado los presupuestos de una forma espectacular están democratizando el cine y ponerlo al abasto de economías modestas.
La Nouvelle Vague cuyo espíritu contagio al resto del mundo refleja este sentimiento, estas ansias de contar historias. La noche americana refleja este mundo tal como era en 1973. En la actualidad ha cambiado en las formas peo no en el espíritu. El título se refiere a una técnica que entonces se usaba para simular noche en secuencias rodadas en pleno día, se utilizaba un filtro azul oscuro. Los angloparlantes lo llaman day for night. Por cierto un recurso técnico que el abajo firmante odiaba a muerte, pero en aquel tiempo la emulsión de la película virgen no daba para más.
El film de Truffaut es entrañable como todos sus personajes. Nos enseña algunas técnicas de aquel tiempo, como la utilizada cuando un actor muere en pleno rodaje resolviendo el resto de sus escenas con elipsis o dobles. Cine dentro del cine, descubriendo sus trucos, su falsa nieve y los problemas de dirigir a un gato díscolo que echa a correr cuando el director ordena acción.
Película típica de cinéfilo impenitente, como lo fue Truffaut y como lo es quien escribe estas líneas. Queda relejada a la perfección esta pasión por una forma de expresión artística que se desarrolló plenamente durante el siglo XX y que en el XXI tiene mucho que contar.

Salvador Sáinz