CLEOPATRA (1934)


CLEOPATRA.Título original: Cleopatra. Año: 1934. País: Estados Unidos. Director: Cecil B. DeMille. Reparto: Claudette Colbert (Cleopatra), Warren William (Julio César), Henry Wilcoxon (Marco Antonio), Joseph Schildkraut (Herodes), Ian Keith (Octavio), Gertrude Michael (Calpurnia), C. Aubrey Smith (Enobarbus), Irving Pichel (Apolodoro), Arthur Hohl (Bruto), Edwin Maxwell (Casca), Ian Maclaren (Casio). Guión: Waldemar Young & Vincent Lawrence. Música: Rudolph Kopp. Fotografía: Victor Milner (B&W). Paramount Pictures. Duración: 95 minutos. Drama. Biográfico. Antiguo Egipto

La Cleopatra de Cecil B. DeMille tenía que ser sonada y vaya que lo fue. Claudette Colbert en su mejor época, una actriz que se hizo famosa por papeles ingenuos brilló a mayor altura con DeMille con papeles seductores como la Popea de El signo de la cruz y esta Cleopatra fascinadora mujer que convulsionó su época con su historia de amor con dos hombres, primero Julio César, el hombre más poderoso del planeta en aquel tiempo, y después con Marco Antonio.
El drama es por todos conocidos, aunque la verosimilitud histórica esté puesta en cuestión. Fue William Shakespeare quien mitificó el romanticismo de esta pareja que según los historiadores eran personajes crueles con muy pocos escrúpulos. De todas formas nos tenemos que ceñir a la pareja que nos han legado el romántico drama por todos conocidos y cuyo argumento no revela sorpresas.
DeMille le da su toque. Son los años treinta, muy fructíferos para el gran cineasta, con su serie de películas sonoras en blanco y negro, rodados en estudio principalmente y donde vemos muchas de sus fantasías eróticas a cada cual más sensacional como esa red de pescadores que lleva en su interior bellas mujeres que ofrecen ostras con diamantes en su interior al estupefacto Marco Antonio. Esa nave de ensueño que surca el Nilo.
La película es onirismo puro en donde se desarrolla el glamour de Hollywood en todo su apogeo.
A veces se ve todo muy teatral, esos decorados tan pulcros parecen de escenarios de Broadway y no destacan por su realismo, pero el encanto, la magia que DeMille supo insuflar a sus producciones se impone sin remedio.
El cineasta sabía encandilar al público por medio de la seducción, unas imágenes refinadas, su gran sentido del espectáculo y sobre todo del ritmo. La acción no decae ni un segundo. Es raro encontrar puntos muertos en una película de ese legendario director.
Todo está medido al más mínimo detalle. Cada movimiento de cámara, la coreografía de los actores que entran y salen de escena. Cada mirada de Claude Colbert que es capaz de derretir la pantalla. Espectáculo con mayúsculas, un cine nada impersonal que se ha escrito en algunas historias cinematográficas.
En su día a DeMille no se le valoró en su justa medida, pero el tiempo coloca a cada cual en su sitio y el gran Cecil es de lo más grandes que nos ha dado el Hollywood de los pioneros, de los forjadores de una industria, de quienes nos hicieron soñar con un mundo más agradable que el que padecemos.
Tal vez prefiera el DeMille de los años cuarenta mucho más épico en Technicolor, que el cineasta usaba con gran maestría, y tal vez con mejores medios. En Cleopatra, en las secuencias bélicas, se utiliza la elipsis con gran astucia. Para el autor lo principal es la historia romántica entre el general romano y la reina egipcia. Una historia de amor marcada por la adversidad, por intereses contrarios que llevaran a darle un triste final, la clásica tragedia shakesperiana. Una unión que tuvo significado político, que afectaba a la vida de miles de personas en su época. Aunque se nos escamotea muchos detalles de la historia, ya que no sabemos nada ni de Cesarión (el hijo de Julio César y la reina de Egipto) ni de los hijos que tuvo Cleopatra con Marco Antonio, después adoptados por Octavio, más tarde llamado César Augusto.
Un espectáculo importante, muy de su época. No tiene significados religiosos, tal como se ha catalogado erróneamente al gran DeMille, cuya puesta de escena es de las más brillantes del Hollywood clásico e incluso del actual.

Salvador Sáinz