POLICIA MONTADA DEL CANADÁ (1940)

Policía montada del Canadá fue la primera película en brillante Technicolor de Cecil B. DeMille que en la década de los años treinta había rodado grandes películas en blanco y negro. Así que esta vez el equipo de la Paramount se traslada para rodar exteriores en Canadá, con muchas escenas en estudio valga decirlo, y pone en escena este western ambientado en bellos parajes agrestes y bosques frondosos.
La trama principal gira alrededor de una revuelta de mestizos, los primeros pobladores (aparte los indios, por supuesto) de dicho país que durante dos siglos vivieron en paz y prosperidad hasta que la llegada masiva de colonos trajo nuevas leyes que les desplazaban y les expulsaban de sus tierras.
El punto de vista de DeMille puede resultar racista y reaccionario en la actualidad, porque el trato que reciben los mestizos es bastante injusto, pero en el lado positivo tenemos su sentido de la épica, su tratamiento del color y su sentido del ritmo.
No es tan redonda como Los inconquistables, muy superior a ésta, pero tiene sus grandes momentos de grandeza y en cierta forma comprensión por los mestizos resentidos por unas leyes poco justas.
En el plano actoral nos encontramos a Robert Preston, Robert Foster y Madeleine Carroll. Actores que cumplen con su cometido a la perfección, al igual que el “villano” George Bancroft. Pero los secundarios se meriendan a los protas antes aludidos, Lynne Overman y Akim Tamiroff están geniales. El primero como un mestizo escocés, y el segundo como un mestizo rebelde que tiene una particular relación con el anterior. Luchando en bandos enemigos conservan su amistad.
Paulette Goddard merece mención aparte porque a pesar de que su papel es secundario nos seduce desde su primera aparición hasta su último plano. Cuenta Cecil B. DeMille en su autobiografía que cuando hacían el casting de esta película, Paulette que anhelaba el papel se caracterizó como el personaje de mestiza y se presentó de esa guisa en el despacho del director que quedó tan entusiasmado que la contrató al instante.
Gary Cooper es una leyenda, está siempre brillante en cada aparición en la pantalla. Un actor de gran carisma que transmitía su bonhomía en cada mirada y su nobleza ha escrito una página de oro en la historia del cine.
DeMille construye con inteligencia un gran espectáculo, el color le sienta bien y le acompañará durante el resto de su filmografía. Los años cuarenta serían fructíferos para él y para los amantes del buen cine.

Salvador Sáinz