LAS CRUZADAS (1935)


LAS CRUZADAS. Título original: The Crusades. Año: 1935. País: Estados Unidos. Director: Cecil B. DeMille. Reparto: Loretta Young (Berengaria - Princesa de Navarra), Henry Wilcoxon (Richard - Rey de Inglaterra), Ian Keith (Saladino - Sultan del Islam), C. Aubrey Smith (el Ermitaño), Katherine DeMille (Alice - Princesa de Francia), Joseph Schildkraut (Conrad - Marqués of Montferrat), Alan Hale (Blondel), C. Henry Gordon (Felipe II - Rey de Francia), George Barbier (Sancho - Rey de Navarra), Montagu Love (el Herrero), Pedro de Cordoba (Karakush), Mischa Auer (Monje). Guión: Harold Lamb, Waldemar Young, Dudley Nichols. Música: Rudolph G. Kopp. Fotografía: Victor Milner (B&W). Paramount Pictures. Duración: 125 minutos. Aventuras. Drama | Histórico. Siglo XII. Edad Media

Las historias y leyendas sobre las famosas cruzadas siempre han sido un terreno abonado para un espectáculo familiar de grandes masas. Saladino, el caudillo musulmán se distingue por su nobleza, lo que choca en una época en que todo lo árabe es demonizado. Pero hemos de tener en cuenta de que la cultura musulmana de aquel tiempo poco tenía que ver con la actual en la que los integrismos han hecho acto de aparición tal vez como consecuencia de diversas humillaciones que han ido sufriendo a lo largo de la historia.
La cultura musulmana en la época de Saladino era la más avanzada que existía y paradigma de la modernidad.
Su rival Ricardo Corazón de León siempre fue presentado como si fuera uno de los monarcas más justos de la corona inglesa cuando en realidad dedicaba su tiempo al pillaje. En este caso la película de DeMille nos habla de sus amores con Doña Berenguela de Navarra, su esposa, olvidándose que el célebre monarca inglés era gay. Algo que en la sociedad actual carecería de importancia pero que en aquel tiempo era considerado una abominación.
En fin, hecha la salvedad de que la historia está contada muy al estilo Hollywood, con toda clase de mitificaciones, queda la parte que más se valora, el espectáculo, aspecto en el cual no defrauda. DeMille fue un gran constructor de espectáculos cinematográficos, aunque la historia se la saltara alegremente sin darle mucha importancia.

Como suele suceder en la filmografía de DeMille, la película está apoyada en una mujer de fuerte personalidad. Como la Barbara Stanwyck de Unión Pacífico  o la Jean Arthur de Buffalo Bill, una constante en toda su obra. Está además el tono épico, grandilocuente y esas escenas de planos rebuscados de fervientes creyentes entando en la tumba de Jesucristo.
Y no podían faltar los iscariotes, los traidores, siempre en pos de ambiciones personales. Ese tipo de gente que sólo es bien tratada en países poco desarrollados como es España, pero que en tierras anglosajones son tratadas con el desprecio que se merecen.
Las cruzadas no tuvo éxito en taquilla y la carrera de Henry Wilcoxon se resintió por ello. En las futuras películas del gran DeMille le veremos siempre en cometidos muy secundarios. Lo que más sorprende en esta película es su carácter pacifista, es decir que se hace un canto a la paz y al mutuo entendimiento de ambas culturas, la cristiana y la musulmana. Un detalle que en el presente aún se ve como una audacia. Los dos grandes líderes acaban por entenderse aunque sea la mujer quien dicte las pautas.
Un gran espectáculo como es de esperar en la filmografía del gran cineasta.

Salvador Sáinz