SPARTACUS: LA GUERRA DE LOS CONDENADOS

Última temporada de la serie Spartacus, esta vez se cambia de registro y en vez de un ludus nos encontramos las campañas bélicas  de los esclavos contra la República romana.
A pesar de algunos defectos (esos efectos gore son ridículos y unos diálogos de pena) la serie gana muchos enteros respecto a las anteriores temporadas como Dioses de la Arena y Venganza.
Las escenas eróticas no son tan artificiales y están incluidas con mayor discreción. Son algo así como la marca de fábrica de la serie, notamos ausencias de otras temporadas como el dottore, ya fallecida en una temporada anterior, y la malvada Lucrecia (Lucy Lawless) así como esos espectáculos en la arena en la que los espectadores fornicaban durante las sangrientas luchas de gladiadores.
Estamos lejos de la épica de Kubrick por supuesto porque se cae en el efectismo fácil, pero no resulta tan reiterativa como en las anteriores entregas.
En esta ocasión los esclavos luchan en el campo de batalla. El guión tiene el acierto de mostrar sus contradicciones. Combaten la injusticia pero también las cometen asesinando poblaciones enteras de forma indiscriminada. Están resentidos, son crueles.
Los personajes no tienen la grandeza de la célebre película que hemos aludido, son bastante ruines tanto los esclavos como los mismos romanos.
Por otra parte conocemos las intrigas palaciegas por el poder, sus juegos sucios. Algunos errores históricos, Julio César era un niño cuando Espartaco llegó a las puertas de Roma. En realidad pasaron de largo mientras la población, atemorizada, se escondía en sus casas. Un niño les observaba desde una torre,  era el mismo Julio César que en el futuro se convertiría en un importante general y político.
Acabada la filmación se anunció un spin off con el personaje al que hacemos referencia, pero hasta el presente no hemos recibido nuevas noticias al respecto.
La antigua Roma, el Imperio romano, es recreada en Nueva Zelanda. Paisajes bellos sin ninguna duda aunque para ellos la historia que se cuenta les resulta extraña.
El final es predecible, con reminiscencias de Gladiator. Su esteticismo es poco natural con actores que tienen pinta de maniquís y resultan tan agradables a la vista como escasamente creíbles en la narración. Pero aunque estemos lejos de una serie de gran calidad, el resultado no es molesto y encima grato a a la vista. Podía haber sido mejor pero es lo que hay.

Salvador Sáinz