LOS DIEZ MANDAMIENTOS (1923)

En 1956, el gran Cecil B. DeMille le se despidió de la dirección con Los diez mandamientos, uno de los mejores directores de la historia del cine aunque a muchos críticos no les gustara por cuestiones ideológicas.
Se le identificó con el cine bíblico, pero estas incursiones son escasas y breves, en su filmografía hay buen cine épico y de otros géneros que supo abordar con pulso firme.
La primera versión de Los diez mandamientos sorprende, porque la historia de Moisés es sólo un prólogo de una historia moderna que aún tiene vigencia. Una historia de corrupción, de condena del éxito fácil.
La versión de 1956 eclipsó a ésta, los años la han olvidado puesto que el cine mudo no tiene demasiados partidarios pero los que son se distinguen por su fidelidad.
La obra de DeMille es inmensa, una de las más importantes del Hollywood clásico cuando los Grandes Estudios hacían grandes películas.
Vale la pena revisar pues este clásico. Un DeMille forma parte de la Historia del Cine con toda la autoridad y respeto.


Los diez mandamientos (1923). T.O.: The Ten Commandments. Año de producción: 1923. País: EE.UU.. Dirección: Cecil B. DeMille. Intérpretes: Theodore Roberts, Estelle Taylor, Edythe Chapman, Richard Dix, Rod La Rocque, Charles de Rochefort. Argumento: Jeanie Macpherson (Historia). Música: Hugo Riesenfeld. Fotografía: Bert Glennon, J. Peverell Marley, Archie Stout, Fred Westerberg, Ray Rennahan. Distribuye en DVD: Paramount. Duración: 146 min.. Público apropiado: Jóvenes. Género: Drama, Histórico. Extras DVD: Sonido 5.1. Comentarios. Metraje pintado a mano.

Esta versión muda de Los diez mandamientos consta de dos partes. Un prólogo ambientado en el Antiguo Egipto contando cómo Moises sacó a su pueblo judío de las garras de la esclavitud. La segunda parte, que es más larga, supone el grueso de la película cuenta una historia de dos hermanos. Uno sigue la Ley que siglos atrás Moises recibió del creador, el otro se mofa de ella.
El hermano díscolo pretende hacerse millonario edificando una iglesia con material defectuosos, creyendo que va hacer el negocio de su vida. Pero las cosas le irán mal. Recuerda este capitalismo de los últimos años que ha finiquitado con una inmensa crisis económica. Se considera este discurso cine cristiano, pero se puede aplicar a otras ideologías laicas.
El trabajo mal hecho nunca da buenos réditos. El hermano díscolo además de delincuente es ingenuo, se engaña a sí mismo. Según DeMille es la mano de Dios quien reparte justicia pero en realidad es el sentido común quien dicta la ley. Los enriquecimientos rápidos nunca tienen éxito, es el esfuerzo, la destreza lo que consigue buenos resultados.
Bien narrado, aún le quedaba al gran DeMille excelentes obras maestras para crear.

Salvador Sáinz