DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1947)

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. Año: 1947. País: España. Director. Rafael Gil. Reparto: Rafael Rivelles (Don Quijote/Alonso Quijano), Juan Calvo (Sancho Panza), Fernando Rey (Sansón Carrasco), Manolo Morán (Barbero), Sara Montiel (Antonia), Juan Espantaleón (Cura), María Asquerino (Luscinda), Carmen de Lucio (Tolosa), Guillermo Marin (El Duque), Eduardo Fajardo (Don Fernando), Julia Lajos (mujer del segundo posadero), Félix Fernández (segundo posadero), Julia Caba Alba (ama de llaves), José Prada (Trifaldín), Arturo Marín (Mayordomo Doña Florida). Guión: Rafael Gil, basado en una novela de Don Miguel de Cervantes Saavedra. Música: Ernesto Halffter. Fotografía: Alfredo Fraile. Compañía Industrial Film Español S.A. (CIFESA). Duración: 137 minutos. Siglo XVII, Aventuras, Drama.

Rafael Gil Álvarez (Madrid, 22 de mayo de 1913 – ibídem, 10 de julio de 1986) fue un director, guionista y productor de cine español. Empezó su actividad en 1931 como crítico cinematográfico, en el diario ABC y otras revistas especializadas como Popular Films y Films Selectos. Durante la Guerra Civil rodó varios documentales para el bando republicano. Al finalizar la guerra inició su relación con la productora valenciana CIFESA, dirigiendo su primera película en 1941: El hombre que se quiso matar, adaptación del libro de Wenceslao Fernández Flórez y protagonizada por Antonio Casal. Su primer gran éxito fue Eloísa está debajo de un almendro, basada en la obra de Enrique Jardiel Poncela, producida también por CIFESA. El éxito impulsó a Rafael Gil a continuar su relación con CIFESA, con la que llegó a dirigir ocho películas, de las que casi todas obtuvieron un fuerte éxito.


La gran especialidad de cine de Rafael Gil, muy variopinto, eran las adaptaciones literarias. Guiones basados en novelas u obras teatrales que eran trasladadas de un medio a otro con su innegable pericia. Un arriesgado ejercicio porque las comparaciones son siempre ociosas. Por ejemplo puedes escribir una frase como “por el horizonte se divisa la llegada de quinientas naves de guerra enarbolando sus orgullosas banderas al viento”. Escribirlo es gratis, pero adaptarlo al cine es carísimo y prohibitivo. En esta adaptación de las desventuras del Caballero de la Triste Figura se han omitido muchos pasajes. El Quijote no es una novela, son dos muy largas y muy densas con multitud de incidencias y personajes. Una novela ejemplar, una de las más perfectas que se han escrito en lengua castellana. Todo un ejemplo de literatura. Llevarlo al cine es una tarea ardua. Terry Gillian y Orson Welles pincharon cuando trataron de adaptarla. Welles supo salir airoso con William Shakespeare pero no es equiparable. Las obras del genial autor inglés fueron escritas para el teatro mientras Cervantes se circunscribió a la novela que es leída en la intimidad, no en un lugar público como las obras teatrales o las películas actuales.
La novela permite reflexiones íntimas, pensamientos ocultos, muchos matices que en una representación escenificada o filmada se pierde.
Llevar al cine el Quijote en su integridad podría convertirse en una película de duración excesiva que los públicos actuales y los de otras épocas no soportarían. Es necesario sintetizar, adaptar, eliminando situaciones y toda clase de aventuras. Por eso la tarea de cineastas como Rafael Gil es titánica y en cierto modo suicida. La película siempre se verá comparada desfavorecidamente con la novla, ignorando que son dos medios radicalmente distintos y que no tienen ningún punto de comparación.

Otro punto con el que debe de lidiar Rafael Gil ha sido la ideología política. Poca gente sabe que sus primeros trabajos fueron cortos rodados durante la guerra civil para hacer propaganda del bando republicano o incluso fuerzas de extrema izquierda: Sanidad (1937), Soldados campesinos (1938), Salvad la cosecha (1938) y Resistencia en Levante (1938). Acabada la contienda rueda La corrida de la Victoria (1939), propaganda del bando contrario... ¿Qué sucedió? Yo conocí personalmente a Rafael Gil, incluso tuvimos una cierta amistad, y jamás le mencioné el caso por delicadeza. Era un hombre muy de derechas, cercano a la extrema derecha española, franquista hasta la médula, pero antes que nada fue un caballero muy educado que jamás te faltaba al respeto.

Las ideologías políticas suelen estar condicionadas por el entorno. La educación recibida, a veces por el trato del que se es objeto. El nacer en una zona geográfica o en el seno de una familia es un factor determinante en nuestra forma de ver las cosas. A veces es a la contra. Si naces, por ejemplo, en una familia franquista y te maltrata te provoca resentimiento y rencor hacia esas ideas políticas y abrazas las contrarias. Son hechos muy complejos, muy difíciles de analizar y de comprender.
A Rafael Gil no le juzgo como político, porque jamás se dedicó a la política activa, sino a rodar películas y es como cineasta donde debo valorarle en su justa medida. Sus películas pese a todo me suelen agradar y como profesional se merece todos mis respetos y toda mi admiración porque en justicia se lo merece.

Y nos centramos ya en la película que nos ocupa rodada por la prestigiosa CIFESA, la Compañía Industrial de Film Español, S.A., una empresa española dedicada a la producción y distribución de films, con sede en Valencia. La empresa fue creada en 1932 por la familia Trènor. Vivió su época de esplendor entre 1942 y 1945 y cerró sus puertas en 1961.

Siempre ha circulado el tópico de que era una empresa franquista, pero en realidad era un tópico. CIFESA coincidió en el tiempo y el lugar con determinado régimen político pero poco o nada tenían que ver. Fue una empresa que sobrevivió como pudo y que fue hundida por la nefasta política cinematográfica española, nefasta durante la dictadura y nefasta durante la democracia, pero este no es el lugar de hablar de ello.
Don Quijote de la Mancha es una película que se rodó para conmemorar el cuatrocientos aniversario del nacimiento de Cervantes y la empresa se volcó, dentro de sus limitaciones, al rodaje de una obra fastuosa en una época en que el cine, incluyendo el español, famoso por su pobreza industrial, se rodaba en estudios. En los estudios Sevilla Films. construidos 1941 en el barrio llamado Las Cuarenta Fanegas, en el término municipal de Chamartín de la Rosa (Madrid), en unos terrenos que pertenecían a Andrés Soriano, aproximadamene a la altura de Av. Pio XII número 4 en la actualidad. Disponían de seis platós, edificios para los decorados, bar-restaurante, etc y un gran terreno exterior para los rodajes, con una extraordinaria fachada que imitaba al clásico cortijo andaluz.

Tanto la fotografía como la depurada banda sonora son de gran calidad. Se echaba falta un mayor presupuesto, una industria más sólida como la Metro Goldwyan Mayer pero ya se sabe que Madrid no es Hollywood ni España los Estados Unidos. Sobretodo la España de los años cuarenta que fueron extremadamente precarios. El esfuerzo para rodar esta película con dignidad fue considerable.

Los actores bordan sus papeles. Rafael Rivelles (Valencia, 23 de diciembre de 1897 - † Madrid, 3 de diciembre de 1971) estaba genial. Era un actor muy sólido de dicción impecable. Muy superior a otros intérpretes del personaje que nos ocupa. Actor de teatro que residía generalmente en la capital del Turia, sus interpretaciones cinematográficas son poco frecuentes.

Juan Calvo (1892 – 1962) era un excelente Sancho Panza, intérprete de oronda figura especializado en papeles campechanos en películas como Marcelino Pan y Vino o Fray Escoba. Un actor que siempre se hacía querer por el público de su época.
Nos encontramos a una pleyade de ilustres secundarios. Manolo Morán como el barbero, Fernando Rey (futuro Don Quijote) como Sansón Carrasco, Sara Montiel es la dulce sobrina y Juan Espantaleón el cura. Rostros amigos que se dejaban querer por los públicos de su tiempo.

Esta versión del Quijote, así como el cine de la época se ha valorado muy poco, a veces por motivos políticos, demasiada intransigencia en unos y otros. Hay que ser justos. En el cine español ha habido muy buenos profesionales siempre, antes y ahora. Buenos, malos y mediocres siempre han existido.
Nuestro patrimonio cinematográfico no puede morir por desidia. Visto actualmente este Caballero de la Triste Figura emociona, tiene fuerza y es un título digno de ser revalorizado. No es ninguna obra maestra pero sí una buena película. Le faltan medios, pero se suplen con ingenio y honor. Toda una lección de bravura y pundonor.

Salvador Sáinz