EL PIANISTA (2002)

EL PIANISTA. Título original: The Pianist. Año: 2002. Paises: Francia, Alemania, Reino Unido, Polonia, Holanda.Dirección: Roman Polanski. Reparto: Adrien Brody (Wladyslaw Szpilman), Thomas Kretschmann (Capitán Wilm Hosenfeld), Daniel Caltagirone (Majorek), Frank Finlay (El Padre), Maureen Lipman (La Madre), Emilia Fox (Dorota), Ed Stoppard (Henryk), Julia Rayner (Regina), Jessica Kate Meyer (Halina), Ruth Platt (Janina). Guión: Ronald Harwood; basado en la novela "El pianista del gueto de Varsovia" de Wladyslaw Szpilman. Música: Wojciech Kilar. Fotografía: Pawel Edelman. Montaje: Hervé de Luze. Diseño de producción: Allan Starski. Dirección artística: Sebastian T. Krawinkel. Vestuario: Anna B. Sheppard. Producción: Roman Polanski, Robert Benmussa y Alain Sarde. Coproducción GB-Francia-Polonia-Alemania; R.P. Productions / Heritage Films / Studio Babelsberg / Runteam Ltd. Duración: 148 minutos. Estreno en España: 13 Diciembre 2002.

La vida de Roman Polanski (París, 18 de agosto de 1933)es aún más apasionante que sus propias películas. Nacido en Francia, infancia y juventud en Polonia, superviviente del Holocausto judío, escapó de un campo de concentración y se pasó la guerra como un vagabundo. Al llegar los soviéticos no estuvo bien visto porque sus padres judíos fueron acaudalados. Emigró a Reino Unido y posteriormente a los Estados Unidos, consiguió importantes y espectaculares éxitos. Su mujer Sharon Tate fue asesinada y años después es acusado de una violación de una menor por lo que tuvo que huir a Europa. Ha realizado películas en Polonia, Reino Unido, Italia, España, Francia y Estados Unidos. Tuvo durante muchos años residencia en Ibiza hablando un perfecto castellano. Precisamente le conocí en persona en el Gran Casino de la isla pitiusa en octubre de 1989 en donde se programó una película suya, Frenético (1988) en la sección restropectiva de un festival de cine efímero en dicha isla.


La carrera del realizador polaco es para mi gusto irregular, producciones mediocres alternan con otras geniales de gran calidad artística como la que nos ocupa en este lugar. El pianista con Adrien Brody como actor principal. Es una adaptación de las memorias del músico polaco de origen judío Władysław Szpilman.
Recibió en el 2002 la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cannes. Fue galardonada con tres Premios Óscar: al mejor director, al mejor actor principal y al mejor guion adaptado, de un total de 7 candidaturas; siete Premios César del cine francés: a la mejor película, al mejor director, al mejor actor principal, a la mejor banda sonora, a la mejor fotografía, al mejor decorado y al mejor sonido; dos Premios BAFTA: a la mejor película y a la mejor dirección.

La película no está centrada en el Holocausto aunque aparezca de pasada sino en la lucha por la supervivencia en un entorno hostil. En las imágenes el propio Polanski se vio reflejado porque, como hemos dicho, vivió experiencias similares durante la niñez. La familia (judía) fue deportada a un campo de concentración, su madre falleció en Auschwitz. Roman pudo escapar afortunadamente y tuvo que vagar durante toda la guerra por un país desolado. Polanski aunque en teoría era judío en realidad es agnóstico, no cree en la religión, en ninguna de ellas y considera absurdo morir por defenderla. Pero judío o no judío el pequeño polaco no tuvo otro remedio que huir pasando toda clase de calamidades, escondiéndose y robando comida.
Las persecuciones contra el pueblo judío no fueron invención nazi, se remonta muchos siglos atrás. Tal vez tendríamos que retroceder al Imperio Romano que provocó la diáspora en Israel. En el 132 dC, los Judíos bajo el mando de Bar Kojba se rebelaron contra Adriano. En el 135 dC, el ejército de Adriano derrotó a los ejércitos judíos y la independencia judía se perdió. Como castigo Adriano cambió el nombre de Jerusalén a Aelia Capitolina, la convirtió en una ciudad pagana y prohibió a los Judíos de vivir allí. Judea y Samaria pasó a llamarse Siria Palestina.
Las causas del odio judío son diversas. En primer lugar se les acusa del asesinato en la cruz de Jesucristo, una acusación un tanto absurda porque ocurrió hace dos mil años y los judios actuales no vivían en aquella época. Por otra parte sus perseguidores, los romanos, no tenían nada que ver con el cristianismo. Los nazis del siglo XX tampoco tenían que ver con la religión aludida. En la España de los Reyes Católicos fueron expulsados con la excusa de la pureza religiosa pero en realidad había motivaciones económicas como casi siempre a lo largo de la historia. En la Antigua Roma los banqueros judíos controlaban la economía romana y se les acusó de azuzar al Imperio para que persiguieran a la nueva secta cristiana con un baño de sangre espeluznante.

En el llamado Holocausto judío, perpetrado por las tropas nazis de Adolf Hitler perecieron seis millones de judíos. Un hecho cruel sin precedentes y al mismo tiempo inútil. Acabada la guerra la comunidad judía es mucho más fuerte que anteriormente. Las multinacionales del cine, por ejemplo, les pertenecen y a los magnates judíos suele premiar estos filmes que utilizan de forma propagandística. A mí las películas sobre dicha temática me suelen irritar, la sucesión de imágenes tan crueles me irritan, me indignan y me horrorizan. La Academia suele ser generosa sobre estas cintas.

Las imágenes de El pianista que muestra dichas matanzas en la Varsovia ocupada son verdaderamente indignantes, pero Polanski se centra en la huida del personaje principal, una historial real que vivió un célebre pianista de la época y el propio Polanski en su infancia. Todo su discurso se centra en la lucha por la supervivencia. El pianista encontrará gente cruel pero también personas amables que le ayudarán, incluyendo oficiales alemanes.
El realizador huye de todo maniqueísmo. Vemos la lucha por la independencia de Polonia frente a la barbarie nazi pero desde lejos, recordando La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Los nazis ejecutan sus crueles crímenes, más adelante reciben la respuesta del pueblo polaco, la guerrilla y los ataques improvisados.
Toda una lección de cine que demuestra una vez más la valía de su realizador que en este caso acertó de pleno.

Salvador Sáinz