Nos encontramos en el País de Gales, Gilfach Goch, una villa minera de trabajo duro, facciones ennegrecidas por el hollín, manos encallecidas por el uso del pico y ojos lacrimosos por la falta de sol. En el prólogo vemos a Huw adulto recogiendo sus efectos personales porque abandona  para siempre el hogar donde creció y en un flash back que dura todo el metraje conocemos su pasada del que siente una profunda nostalgia.
Así retomamos el mismo personaje en su infancia con las facciones de Roddy McDowall, una figura muy apreciada por la cinefilia y uien hemos visto en infinidad de películas. Un País de Gales recreado en Estudios californianos. La novela de Richard Llewellyn se había publicado con éxito dos años antes. Ya en su madurez continuó la saga con Up Into the Singing Mountain (1960), Huw emigra a la Argentina; Down Where the Moon is Small (1966), la vida de Huw en la Argentina, y finalmente Green, Green My Valley Now (1975), el regreso al País de Gales.
La novela original también ha sido adaptada a la televisión, permitiéndonos conocer más detalles de los personajes. Pero la maestría de John Ford estaba ausente ya que como autor era único e irremplazable.
Muchas películas fordianas son obras maestras, también cometió más de un traspiés como su María Estuardo con la gran Katharine Hepburn, pero en estos casos sucumbió con dignidad. El título que nos ocupa es uno de los más brillantes de su filmografía y de la Historia del Cine. Un retrato agridulce y entrañable de unas gentes que llevan una vida dura, que son explotados vilmente por el sistema económico, recibiendo remuneraciones indignas a cambio de sus esfuerzos.
Ford nos habla de sus miserias y de sus frustraciones. De sus sueños y de su hipocresía, la presencia de una iglesia intolerante que se dedica a humillar a los más débiles como esa madre soltera a la que afean tener un “fruto del pecado”.
Ford ha sido tildado de machista en muchas ocasiones, pero a veces aparecen ramalazos en los que ensalza la dignidad de la mujer como esa matriarca galesa que ve partir a sus hijos hacia tierras lejanas en busca de la oportunidad que su país les niega.
Espléndida Anna Lee, espléndido Donald Crisp como el patriarca y espléndidos todos. Cuando rodaban con Ford, los actores daban lo mejor de sí. Su talento crecía y se expandía con total brillantez.
Un cine realizado con inusual mimo, donde cada encuadre está realizado con amor al cine y a mor a la vida.
Esa mirada nostalgia a la familia, eje vertebrador de la sociedad, que se ve rota y disgregada por problemas sociales. En contraste se nos muestra el mundillo de los patrones, incapaces de dar amor a sus semejantes, ridículos y petulantes. Apuntes breves peo contundentes.
Contemplar una película de Ford es como contemplar un trozo de existencia. Es un halago para los sentidos. No sólo es una lección de cine, sino una lección de vida.

Salvador Sáinz