PIM, PAM, PUM... ¡FUEGO! (1975)


Pedro Olea


Pim, pam, pum... ¡Fuego!. Año: 1975. Duración: 102 min. País: España. Director: Pedro Olea. Guión: Rafael Azcona & Pedro Olea. Música: Carmelo Bernaola. Fotografía: Fernando Arribas. Reparto: Concha Velasco, Josep María Flotats, Fernando Fernán-Gómez, José Orjas, José Franco, Victor Israel, Erasmo Pascual, Luis Ciges, Mara Goyanes, José Calvo, Mimí Muñoz, Goyo Lebrero, Amparo Valle, Porfiria Sanchíz, Gloria Berrocal, Pilar Gómez Ferrer, Rafael Conesa, Fernando Sánchez Polack, Alfonso del Real, María de las Rivas, Enrique Navarro, Tito Medrano, María Arias, José Riesgo, Ana Farra, Salvador Orjas, Luis Rico, Ángel Menéndez, Pilar Vela, Antonio Padilla, Paco Catalá. Productora: José Frade Producciones Cinematográficas S.A.. Género: Drama | Años 40

No voy a descubrir aquí la sopa de ajo, pero los cuarenta años de franquismo, la guerra civil, la posguerra y en general la política española (y no digamos la catalana y la vasca) son un mal rollo impresionante. El bilbaíno Pedro Olea tras rodar sus mejores títulos como El bosque del lobo y La casa sin fronteras, inició el rodaje de la llamada trilogía madrileña: Tormento (1974), Pim, pam, pum… ¡Fuego! (1975) y La Corea (1976). Tres películas ambientadas en los madriles en tres épocas muy distintas. La segunda, que es la que nos ocupa aquí, transcurre aquí en una época durísima, la llamada posguerra española, los años del hambre y la desesperación. Estamos en 1975, el dictador vivía sus últimos meses en medio de una crisis internacional debido a la aplicación de la pena de muerte que provocó oleadas de protestas alrededor del mundo. Protestas que aquí fueron manipuladas para presentarlas como “antiespañolas” confundiendo al Régimen de Franco con la misma nación en un acto de obscena soberbia.
Al haber sido asesinado el delfín del dictador Carrero Blanco dos años antes, el titubeante Arias Navarro había iniciado una tímida reforma que provocó un cierto relajamiento en la censura de los medios de comunicación y creación.
Por ese motivo, por vez primera, nos enterramos que en los años cuarenta existía la cartilla de racionamiento, los años del hambre, de la miseria, del estraperlo, los maquis y la represión. La película de Pedro Olea en su día fue arriesgada y valiente. En la actualidad estos temas ya están manidos y resultan irritantes por su persistencia porque mientras se llora por el pasado que esperemos nunca vuelva se cierran los ojos antes los problemas del presente.
Pero las películas deben de verse con perspectiva. Pim, Pam, Pum… ¡Fuego! No se ha rodado en la actualidad sino cuando el dictador aún estaba en el poder, lo cual le confiere un gran mérito y una audacia encomiable.
Como obra cinematográfica estricta yo prefiero los trabajos anteriores de Pedro Olea como La casa sin fronteras y El bosque del lobo, evidentemente,  o Akelarre, pero  no obstante tiene muchos puntos de interés. El terceto protagonista en los que nos encontramos a Josep María Flotats, gran actor de teatro, en una de sus escasas intervenciones cinematográficas. Po aquel tiempo un actor sólido al que no le había afectado el virus del divismo que le perjudicaría en el futuro. El triángulo se compone además de dos grandes nombres de la pantalla española, la incombustible Concha Velasco, una actriz que he estado viendo a lo largo de mi vida, y el icónico Fernando Fernán Gómez en uno de sus roles antipáticos.
Los tres bordan sus respectivos personajes. La ambientación es perfecta, en una época en que la posguerra ha sido banalizada por series televisivas rutinarias y aburridas.
Olea transmite no sólo el hambre, sino la desesperación que provocaba vivir aquella terrible realidad. Esos espectáculos de revista en las que la vedette cantaba desafinando y censores energúmenos vociferaban porque las coristas enseñaban más carne de la permitida.
Las colas, el racionamiento. La mala calidad de los alimentos. Las pensiones con gente hacinada. La miseria, la tristeza. El inválido republicano que busca Radio Londres para enterarse de lo que pasa en España. Todo forma parte de un pasado lamentable, indigno, que los más mayores tuvimos que sufrir y que no nos dejan olvidar imponiéndonoslo Una y otra vez. Una cosa es la memoria histórica, otra que nos torturen con los recuerdos de un pasado desdichado.
Pedro Olea, excelente director, viene a demostrar que en España ha habido más talento del que se ha reconocido aunque muchos nombres brillantes han caído en la desidia y el vergonzoso olvido.

Salvador Sáinz


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