NARCISO IBAÑEZ MENTA

La vida suele dar muchas sorpresas. Tenía unos quince de años cuando un día vi un programa de televisión que me dejó atónito. Aparecía una señora con un escote más habitual de lo normal. Me quedé a ver qué era aquello, el horario era muy avanzado y el resto de mi familia se había quedado dormida.
Trataba de un payaso cuya mujer le era infiel, un día recibe una visita de unos extraterrestres de una civilización muy avanzada que ha perdido la facultad de reír y le preguntaron al clown en qué consistía su secreto. Éste les respondió: “La crueldad. Es el placer de humillar o ver hacer el ridículo a los demás lo que nos hace reír”. Dicho y hecho, el payaso recibe como recompensa la inmortalidad y lo aprovecha para asesinar a su infiel costilla, creyendo librarse de la silla eléctrica por ser inmortal. Pero los extraterrestres le habían gastado una broma, el payaso quedó frito en la primera descarga y desde las alturas los extraterrestres no paraban de reír. Sí, era la crueldad lo que les hacía tanta gracia.
Este telefilme tenía su historia. Era un capítulo de una serie argentina llamada Mañana puede ser verdad. Se titulaba El hombre que perdió su risa y estaba interpretado por Narciso Ibáñez Menta, con adaptación de Luis Peñafiel (Narciso Ibáñez Serrador). Fue piloto de una serie en la que Chicho debutó como director y a esta serie siguieron otras como La historia de San Michelle, Historias para no dormir o Los premios Nobel. Nunca me perdía ni un solo capítulo aunque a veces tuviera que organizar un sonado escándalo porque mis padres me lo prohibían porque salían dos rombos (una señal que indicaba que era para mayores de 18 años).

Narciso Ibáñez Serrador se convirtió en mi realizador preferido en televisión y Narciso Ibáñez Menta en mi actor favorito. Lo paradójico es que con el primero debuté en televisión como asesor de su serie “Mis terrores favoritos” y con el segundo tuve mi primer papel hablado en Más allá de la muerte. Un papel que tuvo sus consecuencias, el ayudante de dirección Ignasi P. Ferré se fijó en mí y cuando se convirtió en director me contrató en papeles más importantes.
Ignasi y Narciso se convirtieron en dos de mis mejores amigos desde aquel día. Lo curioso es que me dieron aquel papel porque el actor previsto se despistó y se equivocó de tren (la película se rodaba en Puigcerdá, Pirineo catalán), como no llegó al rodaje me dijeron “Hazlo tú” y lo hice.
Con Narciso Ibáñez Menta coincidí en varios festivales. En Reus Cinema Internacional le organicé un homenaje y otro en Ibiza. Nos carteábamos a menudo, charlábamos largas horas y paseábamos juntos. Para mí era un maestro y siempre le admiré, además le tuve mucho respeto y afecto. Él me consideraba a uno de sus mejores amigos en su larga trayectoria artística.
Pero empecemos por el principio de su carrera.


Dos caracterizaciones de Drácula. A la izquierda Otra vez Drácula (1970) para la televisión argentina. Arriba La saga de los Drácula (1973), dirigida por León Klimovsky con guión de Juan Tébar (Lazarus Kaplan).

EL HOMBRE QUE PERDIÓ SU RISA. (1962), Realizada por Edgardo Borda en Argentina. Fue la primera vez que vimos una de sus series en España

Nació en Sama de Langreo el 25 de agosto de 1912. Sus padres Narciso Ibáñez Cotanda y Consuelo Menta eran actores en gira, casualmente nació en esta bella ciudad asturiana y posteriormente viajó con sus progenitores por su periplo de teatro en teatro debutando a los tres años en escena convirtiéndose en Narcisín, un niño prodigio que en Argentina se hizo ya famoso porque a los seis años ya era todo un profesional.
La familia viajó a Cuba de gira y de ahí dio el salto a Nueva York, trabajando en los teatros hispanos durante los años veinte hasta que en 1929 caducó el visado y debieron volver a Cuba.
Fue en Nueva York donde descubrió las películas de Lon Chaney, que se convirtió en su ídolo, y de quién consiguió un autógrafo que siempre guardó como oro en paño. No podía asistir al Rialto de Broadway, donde se estrenó Drácula por su corta edad pero un amigo que trabajaba en la obra y consiguió que viera la obra entre bambalinas y no más llegar se encontró a Bela Lugosi sentado en una silla.
En Esta época fue el debut en el cine de Narcisín. Amor y deporte (1929). Cuando la familia regresó a la Argentina, Narciso quería seguir los pasos de Lon Chaney y puso en escena El hombre y la bestia en el teatro Apolo 1933, basado en la obra de Stevenson sobre Jekyll y Hyde. Su maquillaje recordaba el de Bud Westmore en la versión de Rouben Mamoulian. Aprendió a maquillarse a sí mismo, como hacía el maestro Chaney, y se carteó durante muchos años con el maquillador antes mencionado.
El fantástico le tiraba y la racha siguió. El fantasma de la Opera en 1934, Arsénico y encaje antiguo en 1941, consiguiendo una sólida reputación. Ésta última es una comedia que en teatro llevaron Boris Karloff, Bela Lugosi y Fred Gwynne. En cine Raymond Massey en la versión de Frank Capra en 1944. El papel se había escrito expresamente para Karloff que tenía una frase así: “me matado a un individuo porque decía que me parecía a Boris Karloff”.
La carrera en teatro fue larga, pero aquí nos interesa la de cine y televisión. Desgraciadamente se prodigó poco en la gran pantalla y el cine fantástico español le dio muy pocas oportunidades. En la pantalla chica sin embargo se convirtió en toda una leyenda.

En 1935 nació su famoso hijo Narciso Ibáñez Serrador en Montevideo, Urugay, donde estaba de gira. La madre era Pepita Serrador, una actriz de gran talento que ha hecho mucho teatro pero muy pocas películas. Desgraciadamente murió joven y en la actualidad ha caído en el olvido, yo apenas la recuerdo porque la vi en televisión de niño pero mis mayores me decían que era una actriz fantástica, dulce y sensible.
La pareja se separó y Chicho se fue a España con su madre, estudió bachillerato y debutó como actor en la compañía de ésta pero esto es otra historia. Regresemos pues a Buenos Aires donde su padre Narciso Ibáñez Menta triunfaba en los escenarios. En Malditos para la historia (1958) padre e hijo trabajaron juntos por primera vez.


Foto de padre e hijo durante un programa de radio.

Iniciaron una serie llamada Obras maestras del terror(1959), toda una leyenda en la televisión argentina, en la que Chicho era el adaptador con el pseudónimo Luis Peñafiel, y actor. El protagonista y realizador fue siempre Narciso Ibáñez Menta, incluso en una adaptación al cine rodada en 1960 y firmada por Enrique Carreras, un todo terreno del cine argentino, pero en realidad, la autoría de la dirección fue de nuestro personaje. La firma de Carreras es debida a cuestiones de tipo sindical un tanto extraños y que no viene a cuento tratar aquí.
El corazón delator (1959), tuvo tres versiones, una en la mencionada película cinematográfica pero otra anterior en la pequeña pantalla. En ambas Narciso Ibáñez Serrador interpretó al aprendiz y Narciso Ibáñez Menta al avaricioso y tuerto vendedor. Hacia 1965 se grabó la tercera versión del famoso relato de Edgar Allan Poe para TVE, siendo Chicho el realizador y Manuel Galiana el aprendiz. El estilo es similar en todas ellas.
Las grabaciones argentinas obtuvieron mucho éxito. Siempre con Narciso Ibáñez Menta en su doble faceta de realizador y actor. Es lástima que de ellas no tengamos ediciones en dvd o cualquier otro formato pero ahí están: El caso del doctor Valdemar (1959), Berenice (1959), Ligeia (1959) y, aparte, cuatro episodios de El caso del doctor Jekyll y mister Hyde (1959) donde de nuevo Narciso Ibáñez Menta utilizó un maquillaje similar al de Bud Westmore en la versión de Rouben Mamoulian.
Todas estas adaptaciones tuvieron lugar en el Canal 7 de Buenos Aires, la televisión argentina estaba ya muy avanzada, y en 1960 pasaron a Canal 9 para grabar el mayor éxito televisivo del país de la Pampa, el tango y el gaucho: El fantasma de la opera de Gaston Lerroux. Nueve capítulos que son toda una leyenda porque obtuvo un 100% de audiencia, se cerraban cines y teatros cuando programaban el capítulo correspondiente y demostró que nuestro actor nada tenía que envidiar a los grandes astros norteamericanos que encarnaron al mismo personaje.
Al caer la noche (1960), ¿Es usted el asesino? (1960), El muñeco de cera (1960), nueve episodios de El muñeco maldito (1962), Mañana puede ser verdad (1962), adaptaciones de Richard Mathenson y Ray Bradbury, y el gran éxito de Los bulbos (1962) para Canal 7 en la que el padre ejercía de director y el hijo de protagonista.
Este relato de cuatro episodios estaba basado en un guión original de Luis Peñafiel, pseudónimo de Chicho, y trataba de un buhonero misterioso que llegaba a un pueblo donde transcurrían extraños acontecimientos.
Fue a finales de 1963 cuando los dos Narcisos dieron el salto y regresaron a España presentándose en los estudios de Televisión Española, entonces en el Paseo de la Habana, con una grabación de Mañana puede ser verdad bajo el brazo. Precisamente aquel capítulo que me interesó de niño, El hombre que perdió su risa.
Buena acogida y principio de una nueva etapa. Pero aún así, el padre regresó más de una vez a la Argentina con nuevas series para Canal 9: El hombre que volvió de la muerte (1969), trece episodios; Un pacto con los brujos (1969), quince episodios; El sátiro (1969), cuatro episodios; Robot (1970), nueve episodios; Otra vez Drácula (1970), nueve episodios; Hitler no ha muerto (1970), nueve episodios, y La muerte en vacaciones (1971).
En Canal 13 siguió con remakes de Obras maestras del terror, nueve capítulos de Mañana puedo morir y en 1985 su gran éxito El pulpo negro  con guión de Luis Murillo. Este éxito fue llevado al cine por Sebastián D’Arbó cambiándole el título, Cena de asesinos (1989) pero sin Narciso Ibáñez Menta en el reparto, un film remontado por Vincenzo Salviani que lo convirtió en un vulgar subproducto erótico.
Toda esta nueva carera argentina fue desarrollada por el padre en solitario ya que su hijo se quedó en España con su concurso Uno, dos, tres… responda otra vez. Resulta curioso que los aficionados al fantástico españoles siempre asocien el género con el hijo, cuando ha sido el padre quién lo cultivó con mayor asiduidad.

LA SAGA DE LOS DRÁCULA

EL PULPO NEGRO

La carrera cinematográfica y televisiva de Narciso Ibáñez Menta en su país natal fue menor que en la Argentina, donde es todo un mito, porque desde su llegada a nuestro país fue Chicho quien debutó como realizador y quien siguió asumiendo esas funciones.
Las series Mañana puede ser verdad e Historias para no dormir (repetición de Obras maestras del terror con el título cambiado) que vimos los españoles eran el realidad remakes de las series argentinas, muy parecidas a las originales y con escasos cambios.
Fuera de las colaboraciones con su hijo, Narciso Ibáñez Menta interpretó algunos programas como El gran teatro del mundo (1968), Los sobrinos del capitán Grant (1977), una zarzuela inspirada en Verne, muy curiosa. Sólo volvió a dirigir en el remake de ¿Quién puede ser el asesino? en 1967. El resto de su obra española siempre fue a las órdenes de su famoso hijo.
A pesar de todo, la personalidad de ambos era distinta. El padre era más puro en su vocación artística, le interesaba más la calidad de su trabajo, en cambio Chicho fue más a lo comercial, “a la baza segura” como me comentaba muy a menudo en nuestra colaboración conjunta, y de ahí que en su carrera española sean programas como El semáforo y Uno, dos, tres… los que predominen, desmarcándose de la carrera iniciada por su progenitor.


MÁS ALLÁ DE LA MUERTE (1986), foto de la izquierda. En esta escena coincidí comoa actor con el gran "maestro" del cine y de la televisión.


Yo siempre he considerado a Narciso Ibáñez Menta el mejor actor especializado en cine fantástico de España aunque su carrera sea escasa. Recordemos La saga de los Drácula (1972) dirigida por el entrañable León Klimovsky. Excelente persona, excelente director pero a quien le fallaba su carácter bonachón que provocó que a menudo perdiera los papeles y la gente se le subiera a la parra.
Recordemos su intervención en películas de Sebastián D’Arbó como Viaje al más allá, El Ser y Más allá de la muerte. España no le ha hecho justicia a nuestro personaje y le dio la espalda. En el año 1981 y 1982, cuando trabajé como asesor de su hijo en Mis terrores favoritos yo asistía a las grabaciones de Historias para no dormir. Grabaron cuatro episodios, iba a ser el relanzamiento de la serie a todo color, un mal día la directiva de TVE le llamó al despacho y le cortó de cuajo la grabación del resto de los episodios que quedaron inéditos. Querían que regresara al Uno, dos, tres…., la “baza segura”.
La carrera de Chicho fue mucho más conservadora que la de su padre y en cierto modo es comprensible porque tenía que mantener a mucha gente y ya se sabe que con las cosas de comer no se juega. Sus episodios de televisión de todas sus series fueron en realidad remakes de las series argentinas. Con Los bulbos (1964), padre e hijo intercambiaron sus papeles de la versión argentina, el hijo fue el realizador y el padre el protagonista. Hubo el proyecto de llevarlo al cine con Anthony Quinn en el papel de buhonero pero Chicho prefirió no jugarse el tipo con nuevas aventuras cinematográficas.
Recordemos sus especiales como NN23 (1965), El asfalto (1966), Historias de la frivolidad (1967) y El televisor (1974). Las cuatro dirigidas por Chicho y con el padre en papeles protagonistas o destacados.
Una obra tan intensa no puede despacharse en cuatro líneas pero creo que en España no se le ha hecho justicia a Narciso Ibáñez Menta.
La mayoría de los fans españoles al “Fanta Terror” saben poquísimo de la carrera de ese gran actor y director, pero para eso tiene a sus amigos como el presente y a los futuros aficionados que utilicen este texto de material de consulta.
En el 2004 se nos fue para siempre, pero sus películas ahí están, y sus series también. Hora sería de recuperarlas, no sólo las dirigidas por Chicho sino las que realizó en Argentina bajo su dirección.

Salvador Sáinz

Sebastián D'Arbó y Toni Isbert bromean durante el rodaje de Más allá de la muerte (1986)

FREDDY (1982)

OBRAS MAESTRAS DEL TERROR (1960), rodada en Argentina.

LA CIGARRA NO ES UN BICHO (1963)