EL MUNDO DE RAOUL WALSH

 “El cine de Vidor nos recuerda que hubo un tiempo en el que las personas que aparecían en una pantalla eran seres humanos vivos y reales, íntegros, no esos fantoches impersonales y ridículos que tanto proliferan hoy; que hubo una época en la que se hacía cine inteligente, sensible, películas dotadas de una entidad humana y existencial, de una reflexión constante sobre la vida y el hombre, todo lo contrario de lo que sucede ahora, donde no hay reflexión, ni inteligencia, ni sensibilidad, ni nada de nada; que existieron unas décadas en las que los cineastas se replanteaban seriamente su oficio y utilizaban el lenguaje cinematográfico de un modo decisivo, crucial, adoptando unos modos narrativos íntimos, justo lo que hoy en día no se hace, porque los directores no tienen ninguna personalidad y la planificación que presentan en sus películas es abominable, una pasta informe (que algunos llaman cruce de géneros) en los que no se adivina nada especial que permita meditar sobre el hombre y la realidad”

Carlos Señor en el prólogo de su libro “King Vidor

Este prólogo sobre el estudio de King Vidor ofrece dos puntos muy interesantes: a) formula una verdad sobre el estado del cine antiguo y actual --- aunque algunos no quieran o pueda verlo --- y b) nos invita a profundizar más por los clásicos o pioneros (ello significa principalmente ver  más películas suyas) donde Raoul Walsh tiene un lugar destacado. Veamos otro fragmento de esta acertada introducción de Carlos Señor (“King Vidor”, de Ediciones J. C., Colección Directores de Cine nº 50, Madrid, 1997).

Siempre he pensado que hay dos tipos de directores de cine interesantes: por un lado los cineastas inteligentes, arriesgados, personales, hombres que realizan películas a partir de planteamientos individuales y meditados; por otro están aquellos que ofrecen lo mismo que los anteriores pero añadiendo algo más, algo definitivo y sin lo que el mundo sería diferente. Los primeros ofrecen películas excelentes y los segundos películas radicales. Los primeros explican con sus obras una parte del mundo mientras los segundos lo explican todo. Los primeros son, si se quiere, autores, y los segundos simplemente son sabios. Al PRIMER grupo pertenecen cineastas tan interesantes como Richard Fleischer, Alexander Mackendrick, David Cronenberg o Henry Hathaway, por citar los primeros ejemplos que me vienen a la cabeza mientras que al SEGUNDO pertenecen estos cineastas a los que se les puede llamar verdaderamente maestros y a los que, particularmente (pues cada uno tendrá sus opiniones), no dudo en citar: Howard Hawks, Robert Bresson, Ingmar Bergman, Raoul Walsh, Jerry Lewis, Kenji Mizoguchi, Yasujiro Ozu, Jacques Tourneur, Anthony Mann, Andrei Tarkovski, Stanley Kubrick, Alfred Hitchcock, John Ford, Federico Fellini, Terence Fisher, Carl T. Dreyer, Fritz Lang y Friedrich W. Murnau. King Vidor es el nombre que falta añadir a la lista anterior y uno de los máximos exponentes de la misma”………………

Ni que decir que estoy completamente de acuerdo con todo lo manifestado, además de sumarme a la queja (aunque sea inútil) sobre la emisión de algún clásico a horas siempre intempestivas, en no siempre buenas copias, en no respetar muchas veces el formato original de la película y sobre quienes nos interesa el cine clásico ser considerados bichos raros, practicantes de una extraña arqueología cinéfila, pues hoy en día uno ha de hartarse de efectos especiales, explosiones, violencia, sexo explícito o bien alguna lamentable muestra de cine nacional subvencionado y/o manipulado. Esto es “lo políticamente correcto”.
Puede decirse que vida y vocación de Raoul Walsh siempre fue la aventura. Filmó sus películas --- bélicas, cine negro, westerns, aventuras, también comedias, alguna con difícil hibridación/nomenclatura fílmica con el melodrama --- invariablemente impregnadas de claro estilo aventurero. Walsh dominaba el arte de “explicar una historia”, sabía combinar /dosificar los “tempos” de reposo (o muertos) con los fuertes; describía rápidamente un paisaje/un decorado para integrarlo encomiablemente en la historia (sin realizar planos gratuitos y huecos donde la cámara se recrea en mostrar largamente como sucede hoy en día)  y fundir (introducir) los personajes de forma admirablemente ajustada sin perder tiempo en disquisiciones inútiles. El estilo en las obras de Walsh no procede de una inspiración mecánica (nunca fue un esteta, ni falta que hizo) --- jamás busca la pulidez formal --- sino de un trabajo inaudito y de un sentimiento casi espontáneo. Su interés, como dijo él mismo, era filmar como un pintor pinta y lo hacía de forma exuberantemente pasional (técnica dentro del sentimiento para narrar la historia, no técnica en si misma) y de forma sencilla, honesta y directa, señalando siempre los gestos, los desplazamientos, las miradas de los distintos personajes en relación con un contexto preciso.
Los films de Walsh poseen siempre una dimensión trágica obtenida por la dramaturgia de la escritura fílmica mientras el aliento de tragedia griega o shakesperiana (siempre admirada por nuestro hombre) está presente (“Murieron con las botas puestas”, “El último refugio”, “Al rojo vivo”, “Esther y el rey”, “Juntos hasta la muerte”, “The Roaring Twenties”) utilizando los componentes clásicos de la tragedia.

Las características del cine de Walsh tanto en sus grandes como en sus pequeños films, tanto en los excelentes como en alguno mediocre (que también tiene) son: síntesis narrativa, gran sentido fílmico en la economía de los tiempos, energía dinámica en el filmar y rapidez en pincelar psicologías de personajes, lo que le valió la injusta acusación de simplista cuando en realidad era una cualidad de gran director. Con referencia a ello, apareció hace años un estudio sobre Raoul Walsh donde se decía más o menos: “No es momento de pasar revista --- adoptando la terminología militar --- a la ineptitud de la crítica hispana….., recordando también la clásica metedura de pata” sobre “Murieron con las botas puestas” (1941), señalando como una exaltación militarista-facistoide de la figura del tristemente célebre general Custer, cuando en realidad no era sino un film exacerbadamente romántico donde se señalaba al gobierno de los Estados Unidos como no cumplidor con lo pactado con los indios y a Custer (Errol Flynn) --- con diversos trazos coincidentes con el personaje real ---como víctima del destino y de los politicastros. Aparte, seguramente estos que jugaban a “progresistas” (a causa de ello se atacaba el cine que se hacía en U.S.A.) ignoraban que el coguionista del film era Aeneas Mac Kenzie, hombre de izquierdas y apuntado en la “lista negra” durante la deplorable “Caza de Brujas” del senador Joseph McCarthy. Por el contrario, en la actualidad es “políticamente correcto” en algunos ambientes defender a Ford y a los demás clásicos por ser lo contrario de lo que se les acusaba (aquella crónica de hace años tenía razón), además también criticaron por no haberse especializado en algún género (de haberlo hecho le hubieran vituperado por ello) pero el tiempo pone las cosas en su sitio aunque en los 50 gozaba ya de cierto prestigio y en los sesenta, cuando a la mitad de la década se jubiló forzosamente, fue reconocido  ya en muchos niveles como gran realizador. Hoy en día es incuestionable.
El sentido de la AVENTURA lo llevaba Walsh en la sangre: nació en nueva York (11-3-1897) de ascendencia irlandesa y española; la prematura muerte de su madre le impulsa a buscar aventuras ya a los 15 años (su padre había ganado algún dinerillo en el ramo de la sastrería). Corrió por diversos países, fue marinero en Cuba, se convirtió en experto jinete y entró en el cine desde abajo (como prácticamente todos los grandes), conoció personalmente escritores como Mark Twain, Jack London, el sheriff Wyatt Earp (del cual John Ford dirigió la obra maestra “Pasión de los fuertes”, la mejor y más lírica versión y el muy interesante John Sturges, la más romántica, “Duelo de titanes”), Buffalo Bill, el boxeador Jim Corbett, a quien dedicará un biopic en la magnífica “Gentleman Jim” (con Errol Flynn)  y tenía amistad con los jefes y miembros de varias tribus indias (al igual que John Ford). Empezó como actor. Quizás su interpretación más recordada sea la de John Wilkes Booth, el asesino de Abraham Lincoln --- “El nacimiento de una nación”, 1915, de David Wark Griffith --- para luego conocer al hermano de su personaje en la vida real. Su primer largometraje fue “The pseudo Prodigal” (1913)  y uno de los más recordados “Life of Villa” (1915), co-dirigida por William Christy Cabane, donde aparte de realizador fue argumentista, guionista y actor, interpretando a un joven Pancho Villa al que también conoció personalmente y buscando exteriores para rodar “En el viejo Arizona” (1929) sufrió un accidente de automóvil (al esquivar un conejo) que le costó la pérdida de un ojo.  La seca y realista “The big trail” (“La gran jornada”, 1930) es su primer film sonoro cuando aún el western no había recibido sus credenciales de nobleza por parte de John Ford (“La diligencia”) y de Cecil B. DeMille (“Unión Pacífico”), ambas e 1939. “La gran jornada” es un film más que interesante donde el estático guión es su único hándicap. Allí empezada a tantear la fama un jovencísimo Michael Morrison a quien, según algunos datos, Raoul Walsh le sugirió el cambio de nombre por un pseudónimo con el cual será conocido en el futuro: John Wayne, aquí guía de las caravanas por las altas montañas.

Varias de las películas mudas de Walsh se han extraviado, afortunadamente conservamos “El ladrón de Bagdad” (1924), con Douglas Fairbanks, según el clásico de “Las 1000 y una noches” (con varias versiones posteriores, la más interesante es la de Alexander Korda) que le dio un gran prestigio y una apoyadura para futuros proyectos, siendo “La frágil voluntad” (1928), con Lionel Barrymore y Gloria Swanson, otro título importante de la época silente.
Cuando hablamos de la obra walshiana hemos de tener siempre presente el sentido de la aventura que Walsh tendrá  siempre muy claro. Por ello hemos de acudir a la teoría (de la cual soy partidario en mucho) sobre la no pureza de los géneros; podemos catalogar un film como bélico, negro, western, pero no se da absoluta ni unívocamente, un film bélico puede tener influencias del western o viceversa (en este momento recuerdo “Ultimátum a la Tierra”, 1951, de Robert Wise, una película claramente de Ciencia-Ficción rodada en mucha parte como cine negro). Catalogaremos y archivaremos un film perteneciente a un género pero si se profundiza veremos las influencias de otros. Hemos dicho que Raoul Walsh realizará negro, westerns, bélicos, aventuras propiamente dichas pero en todos ellos tendrán un hálito aventurero inconfundible. Lo llevaba en la sangre, en su vida y por lo tanto en sus obras. Así películas como la maravillosamente exuberante “Tambores lejanos”, 1951 (western), “Objetivo Birmania” (1944), de sólida puesta en escena (bélico) con estilo más conciso en sus films Warner en blanco/negro de antes de finalizar la II Guerra Mundial o “Al rojo vivo” (1949), totalmente ejemplar (cine negro) están dosificados en su estilo como “aventureros” y así prácticamente, en mayor o menor grado, toda su filmografía. Desde el punto de vista temático en orden a la clasificación/encasillamiento vemos que de una filmografía muy prolífica solo tiene cuatro films de AVENTURAS propiamente dichas, cuatro “marinas” o aventuras que acontecen en su mayor parte en el mar y dentro de estas hay una de piratas (“El pirata Barbanegra”). “El hidalgo de los mares” (1951), genial y de gran importancia en el cine de aventuras, “El mundo en sus manos” (1952) --- la que nos ocupa --- una obra maestra, sencillamente, “Los gavilanes del estrecho” (1953), estimulante y con méritos reconocidos posteriormente, y la ya citada “El pirata Barbanegra” (1952), interesante y bastante diferente: la puesta en escena es muy seca aunque no falten las escenas de humor siempre presentes en Walsh.

El WESTERN es el género que más veces tocó y lo hizo sin poseer algún tema común que lo haga reconocible como p. e. el compañerismo y la solidaridad de equipo (Howard Hawks), valoración del sacrificio y del heroísmo, tanto verdadero como falso (John Ford), reconocimiento de los situados fuera de la ley por circunstancias (Nicholas Ray), la venganza (Anthony Mann) o bien la valoración topográfica (Delmer Daves) o la  geológica (Fritz Lang), sea pletórica (“Encubridora”) o árida (“La venganza de Frank James”). Raoul Walsh cabalga entre estos colegas suyos, hay un poco de todo y consigue unas obras de primera magnitud: ritmo trepidante, vibración, agitación, el humor se mezcla con la épica y el entretejido aventurero casi nunca desfallece, p. e. “Distant Drums” (“Tambores lejanos”) es prácticamente un film de aventuras enmarcado en un western: fisicidad de los pantanos, mosquitos, caimanes, bosques a la vez brillantes y peligrosos, haciendo de la historia un espectáculo apasionante: Mismo argumento --- cambiando el género --- trampas, sorpresas y peligros que la bélica “Objetive Burma” (“Objetivo Birmania, 1944), ambas de Warner Bross. Estas virtudes estarán presentes en mayor o menor grado en sus grandes westerns, además del citado: “The tall men” (“Los implacables”, 1955), “They died with their boots” (“Murieron con las botas puestas”) o “Colorado territory” (“Juntos hasta la muerte”, 1949) la cual retoma el argumento de “El último refugio” (1941) que es cine negro (para mi “Juntos hasta la muerte” está entre los diez mejores westerns de la historia), en sus sobresalientes (“Camino de la horca”, “Pursued”), notables (“Historia de un condenado”, “Río de Plata”), medianos (“Fiebre en la sangre”, “Cheyenne”, “Un rey para 4 reinas”) o totalmente rutinarios (“La rubia y el sheriff”). Si “La gran jornada” fue su primer western sonoro, “A distant trumpet” (“Una trompeta lejana”, 1964) fue su obra póstuma. Aquí hay una defensa más visible de la causa india aunque ni Walsh ni Ford (“El gran combate”, 1964) tenían ninguna necesidad de su enfoque más visceral ya que sus simpatías estaban ya antes de un mismo lado aunque filmasen desde el punto de vista del otro. A partir de “Una trompeta lejana” las compañías de seguros se negaron a dar cobertura a los trabajos de Walsh por su constante riesgo al rodar.
Al tiempo que entraba en nómina de Warner filmaba su primera muestra de CINE NEGRO: “The roaring twenties” (1939), nunca estrenada en España (se editó directamente en vídeo y DVD con el título de “Los violentos años veinte”), tiempos de la “ley seca” que lleva a la miseria y a la delincuencia a Eddie Bartlett (James Cagney) y al final se sacrificará para salvar a una antigua novia y a su marido, enfrentándose a su ex amigo George Hally (Humprey Bogart). Después de este espléndido film rodará dos veces más con Humprey Bogart: “They drive by night” (Pasión ciega”, 1940), drama sobre camioneros con ribetes de “film noir” y la formidable “High Sierra” (“El último refugio”, 1941) cuyo guión (del escritor y guionista W.R. Burnett sobre su novela y del realizador John Huston), como hemos dicho, sirvió luego de base para “Juntos hasta la muerte”. “White Heat” (“Al rojo vivo”, 1949), con otra gran interpretación de James Cagney como Cody Jarrett, un gánster paranoico y edípico sin olvidarnos de “The Enforcer” (“Sin conciencia”, 1950), empezada por Bretaigne Windust, quien después de rodar algunas escenas rompió con la productora, y terminada por Raoul Walsh: traiciones, mujeres fatales, delincuencia forzada, sádicos y sacrificios…………….
Siempre se ha considerado “Objetivo Birmania” como su mejor film BÉLICO, tiene otros técnicamente correctos pero más mecánicos (surgidos como propaganda contra el nazismo), sin la pasión que demuestra en sus grandes obras. Yo tengo gran debilidad (a pesar que el bélico nunca me ha interesado en demasía) por “The Naked and the dead(“Los desnudos y los muertos, 1958) según novela de Norman Mailer, una película  totalmente atípica en la carrera de Walsh (el film de Walsh junto con el antibelicista alemán “El puente”, de Berhard Wicki y “El puente sobre el río Kwai”, de David Lean, son las cintas bélicas que prefiero).
Walsh dedicó los últimos años a escribir una novela, “La ira de los justos” y una autobiografía, demostrando tener dotes de escritor. Falleció el último día de 1980.
Esbozado el camino sobre la aportación y el estilo de Raoul Walsh, intentaré analizar, Dios mediante, en el próximo escrito una de sus películas más conseguidas y emblemáticas: “THE WORLD IN IS ARMS” (EL MUNDO EN SUS MANOS”), producida por Universal en 1952. (&).

Narcís Ribot i Trafí

(&)- No hay excesiva bibliografía sobre Raoul Walsh: 1)- “Raoul Walsh”, de Quim Casas (Ediciones J.C., Madrid-1982). Es excelente pero breve (el autor quizás no disponía del espacio que tendrá más adelante cuando continúe escribiendo libros de cine). 2)- “Raoul Walsh…a lo largo del sendero”, de Anton Merikaetxebarria (Ediciones Ttarttalo, San Sebastián- 1996), contiene algunas ideas interesantes. 3)- “El mundo fílmico de Raoul Walsh”, de Juan Julio de Debajo de Pablos (Ed. Fancy, Valladolid- 2000) con un inmenso tamaño de letra, empieza con una cita de Oscar Wilde y una dedicatoria a Sara Montiel. Nada más. 4)- “Raoul Walsh” (Colección Nosferatu- E.P.E.- Donostia Kultura, San Sebastián- 2008), obra coral con escritos, algunos, sugestivos y originales; brillan con luz propia los de Quim Casas.